Capítulo 1. Bolos en el Laberinto de las Rocas Silenciosas. Quinta parte.
Atrapar una Nano-esfera chispeante no era un asunto menor y se hacía pertinente un plan muy elaborado. Bolos y Zungaar lo sabían y optaron por encerrarse en la caverna el resto del día para trabajar en eso. Después de las más sesudas deliberaciones de ambos, antes de anochecer ya contaban con un proyecto general de cómo hacer entrar en la cueva a la minicentella para que la iluminara y poder, por fin, estudiar los pictogramas dejados por Druma en el raso. Antes, por supuesto, habían pensado en otras alternativas para alumbrar el refugio pero todas eran inviables y concluyeron que la Nano-esfera era, pues, la menos complicada.
-Las Nano-esferas son cuerpos celestes expelidos por alguna estrella súper-cargada lejana- explicó Zungaar y Bolos, que ya se había acostumbrado a sus rollos científicos, lo escuchaba calladamente -y vagan fortuitamente por el espacio chocando, más bien rebotando, contra cualquier objeto que esté en su trayectoria. Su velocidad es constante y al parecer no decrece con el tiempo ni con los constantes impactos- alargaba Zungaar su ponencia. -La luminosidad permanente, supongo que es resultado de una intensa actividad eléctrica-molecular en su núcleo- aventuró el sabio.
-¿Y cómo vamos a lograr que una partícula de éstas entre en la caverna?- planteó Bolos.
-No disponemos de nada excepto de nuestros cuerpos-, repuso Zungaar y a grandes rasgos propuso una idea que parecía, de inicio, descabellada.
La propuesta consistía determinar la dirección exacta de una de las pequeñas bolas de luz y luego cruzarse en su trayectoria con la posición e inclinación precisas para que el ángulo de rebote fuera tal que su nueva dirección sea hacia la entrada de la cueva. Parecía algo loco atravesarse en el camino de las esferitas pero no había otra solución mejor.
Cuando ultimaron los detalles de su plan genial, al que Bolos denominó - con algo de sarcasmo- el pin-ball del espacio, los dos astros tuvieron una conversación muy amistosa que se prolongó hasta muy tarde en la que Zungaar contó algo de su historia personal; también recordó a su sistema solar nativo y sus antiguos vecinos planetas. Tras escuchar el relato Bolos se sintió aún más identificado con su amigo pues sus historias eran algo similares.
El sistema planetario del que procedía Zungaar era Vel, ubicado en una remota zona sideral conocida como Espiro y, caso muy peculiar, contaba con dos soles a los que circundaban alternadamente tres planetas describiendo una órbita en forma de "8". Era un espectáculo sobrecogedor ver la sincronicidad con la que funcionaba: sus estrellas centrales, merced a la fuerza electromagnética intermedia, se hacían aproximaciones regulares entre sí para luego alejarse, mientras que los planetas Ectó, Vari y Lomno los circunvalaban dócilmente en una sola órbita. Zungaar, cuando estaba ahì, era el cuarto en la fila que nunca se detenía.
Sin embargo, todo este mecanismo celeste perfecto se veía constantemente amenazado por la disputa entre sus soles, que reclamaban para sí el mando del sistema. Era el cuento de nunca acabar, según Zungaar, pues ambos astros son del mismo tamaño y de la misma fuerza, y evidentemente nunca habría un ganador de la controversia. Lo más saludable para todos, sería que cualquiera de los dos cediera un ápice y así no habría perdedores, pero el sentido común no era una cualidad de ninguno. O asumir un liderazgo compartido pudo ser una salida decorosa, no obstante pesaron más el orgullo y la necedad; supongo que siguen igual, haciéndose la vida de cuadritos, reflexionaba el astro oriundo de Vel.
-Era imposible vivir tranquilo allá; entre gritos, ultimátums y aspavientos no se puede estar; por eso decidí largarme- decía Zungaar.
-¿Y los demás planetas?- interrogó Bolos.
-Ah, los sordos, esos parecían troncos rodantes, ni se inmutaban siquiera ante la escandalera diaria de los peleoneros; o a lo mejor eran muy sensatos como para mezclarse en la pelea y sólo nadaban, es decir, flotaban de muertito- contestó Zungaar y luego recordó que los tres eran del mismo tamaño y de un color amarilloso pálido con la superficie muy arenosa y plana. -Igualitos a mì- refirió sonrojándose ligeramente.
Enseguida Zungaar platicó que cuando les avisó que se iba, los soles se enfrascaron en una explosiva discusión para determinar cuál de ellos le debería dar el permiso de salir. -Mientras terminaban de discutir yo me fui-remató.
Al igual que Bolos, Zungaar inició su carrera de trotamundos con muchas inseguridades y, en momentos de flaqueza, cuando sentía que la inmensidad sideral se lo iba a tragar, o cuando la soledad arreciaba, creía mejor volver a su sitio libre de riesgos y calamidades; sin embargo pudo más el espíritu aventurero y nunca regresó. Y también, como el anaranjado fue protagonista de las más increíbles hazañas siderales antes de caer atrapado en el Laberinto de las Rocas Silenciosas..
continúa...
Cuando ultimaron los detalles de su plan genial, al que Bolos denominó - con algo de sarcasmo- el pin-ball del espacio, los dos astros tuvieron una conversación muy amistosa que se prolongó hasta muy tarde en la que Zungaar contó algo de su historia personal; también recordó a su sistema solar nativo y sus antiguos vecinos planetas. Tras escuchar el relato Bolos se sintió aún más identificado con su amigo pues sus historias eran algo similares.
El sistema planetario del que procedía Zungaar era Vel, ubicado en una remota zona sideral conocida como Espiro y, caso muy peculiar, contaba con dos soles a los que circundaban alternadamente tres planetas describiendo una órbita en forma de "8". Era un espectáculo sobrecogedor ver la sincronicidad con la que funcionaba: sus estrellas centrales, merced a la fuerza electromagnética intermedia, se hacían aproximaciones regulares entre sí para luego alejarse, mientras que los planetas Ectó, Vari y Lomno los circunvalaban dócilmente en una sola órbita. Zungaar, cuando estaba ahì, era el cuarto en la fila que nunca se detenía.
Sin embargo, todo este mecanismo celeste perfecto se veía constantemente amenazado por la disputa entre sus soles, que reclamaban para sí el mando del sistema. Era el cuento de nunca acabar, según Zungaar, pues ambos astros son del mismo tamaño y de la misma fuerza, y evidentemente nunca habría un ganador de la controversia. Lo más saludable para todos, sería que cualquiera de los dos cediera un ápice y así no habría perdedores, pero el sentido común no era una cualidad de ninguno. O asumir un liderazgo compartido pudo ser una salida decorosa, no obstante pesaron más el orgullo y la necedad; supongo que siguen igual, haciéndose la vida de cuadritos, reflexionaba el astro oriundo de Vel.
-Era imposible vivir tranquilo allá; entre gritos, ultimátums y aspavientos no se puede estar; por eso decidí largarme- decía Zungaar.
-¿Y los demás planetas?- interrogó Bolos.
-Ah, los sordos, esos parecían troncos rodantes, ni se inmutaban siquiera ante la escandalera diaria de los peleoneros; o a lo mejor eran muy sensatos como para mezclarse en la pelea y sólo nadaban, es decir, flotaban de muertito- contestó Zungaar y luego recordó que los tres eran del mismo tamaño y de un color amarilloso pálido con la superficie muy arenosa y plana. -Igualitos a mì- refirió sonrojándose ligeramente.
Enseguida Zungaar platicó que cuando les avisó que se iba, los soles se enfrascaron en una explosiva discusión para determinar cuál de ellos le debería dar el permiso de salir. -Mientras terminaban de discutir yo me fui-remató.
Al igual que Bolos, Zungaar inició su carrera de trotamundos con muchas inseguridades y, en momentos de flaqueza, cuando sentía que la inmensidad sideral se lo iba a tragar, o cuando la soledad arreciaba, creía mejor volver a su sitio libre de riesgos y calamidades; sin embargo pudo más el espíritu aventurero y nunca regresó. Y también, como el anaranjado fue protagonista de las más increíbles hazañas siderales antes de caer atrapado en el Laberinto de las Rocas Silenciosas..
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