miércoles, 30 de abril de 2014

¡Se les olvido París, mensos!

Xavier Q Farfán.

   No tengo la menor idea de quién o quiénes ponen los nombres a las calles de nuestra Ciudad de Chihuahua. A lo mejor es un funcionario municipal, a lo mejor el Cabildo, a lo mejor el constructor de nuevas colonias, o una combinación de todos. No sé, y la verdad-verdad es que me importa un rábano, pero resulta que en ocasiones no se de quién burlarme, o a quién reclamarle. Y es que aunque finja no verlos, en la nomenclatura de nuestras calles hay detalles que saltan a la vista por lo irracional y grotesco -también hay detalles elegantes y bonitos, por supuesto-.
   Quiero suponer que hay una pauta, al menos algún criterio general que guía esto de poner nombres a las calles, pues no se puede andar ahí por la vida bautizándolas a lo loco, aunque a veces así parezca. Naturalmente que este plan no contempla la opinión de los vecinos de la calle a nominar, porque finalmente ¿a quién le interesa cómo se llama la calle en la que vive? Han de pensar los pone-nombres oficiales que a mí no me da verguenza decir que vivo en la Calle Luis Echeverría, por ejemplo. En fin. Y para no hacerla más de cuento, estimado lector, déjame contarte algunos datos curiosos que nos regalan esas calles benditas de Dios. 
   En la parte vieja, el centro de nuestra hermosa capital, los nombres de las calles no entran en conflicto con nadie, vamos, ni con el buen gusto: Libertad, Juárez, Allende, Independencía, etc. El criterio aplicado fue el histórico y alcanza a los barrios circundantes: Dale, Santa Rosa, Obrera, Cuauhtémoc, San Felipe y demás. También hay otras colonias, en otros rumbos, con nombres de flores, de árboles, de capitales de Estado, de aves, de ciudades, de países (de todos los continentes, claro), de haciendas, de minas, de artistas, de montañas, de ríos, de frutas y verduras, de planetas, de volcanes, de parques, de etnias, de escritores, de escuelas y universidades, de desiertos, de elementos químicos, de piedras preciosas, de dioses, de mares, de razas bobinas, de lagos, de instituciones de gobierno, de mártires, de deportistas, de presas, de santos y un muy largo etcétera.
   En Colinas del Sol, como se sabe, las calles llevan nombres de especies de aves: paloma, golondrina, ruiseñor... Sin embargo hay una que se llama Ave Fénix, así como lo oyes. Parece chistoso, pero este detalle ilustra la ignorancia de quien nombró tal rúa, pues el Ave Fénix como ave, con sus alitas y su piquito, no existe (es una figura mitológica "del tamaño de una águila de tonos rojizos y dorados que consumía el fuego cada 500 años para luego renacer, triunfante, de entre las cenizas") . Como éste, hay muchos casos. Y tristemente también hay casos en los que el criterio utilizado para denominar a las vías fue el "agradecimiento" (servilismo rastrero, dirán algunos): colonias enteras tienen calles con nombres de políticos desprestigiados que ahora no saben cómo cambiarlos. A qué caray. Y desde luego que los nombres horribles no faltan: Mastodonte, Proletarios, Sección 42, Secretaría de Gobernación, etc.
  Pero, a mi corto entender, lo más grave de todo es que los nombra-calles oficiales olvidaron, o desdeñaron, o dejaron para mejor ocasión, a una de las ciudades más espléndidas del planeta: París. No hay calle o colonia en toda la ciudad que lleve su nombre. Es extraño ¿no te parece amigo?, porque incluso la Colonia Mirador nombra a sus calles con las capitales europeas, pero la de Francia no está. Por qué, pues, esta omisión tan fea. Tengo para mí que la idea es esperar a que llegue esa colonia magnífica, de ensueño, en la que su avenida principal se llame obviamente París; las calles secundarias y adyacentes, por extensión, tendrían que llevar nombres como Museo Louvre, Torre Eiffel, Jardín de Tullerías, Champs Elysées, Catedral de Notredame, Montmartre, Versalles, Moulin Ruoge, Río Senna, Puente del Alma (donde murió la princesa malcriada Diana y su novio árabe Dodi), Los Inválidos, Museo D Orsay, Montparnasse.
   Tienes razón, querido lector, se me olvidaba el Arco del Triunfo, imponente puerta que mandó construir Napoleón para festejar que ganó en la Batalla de Austerlitz y cuyo fuego eterno fue apagado por un mexicano borracho con aquella memorable meada de 1998. Namasté

martes, 29 de abril de 2014

¡Se busca un Rey para México!

Xavier Q Farfán.

TERCERA PARTE (Final)

   No se trata de una decisión cualquiera pues está de por medio el prestigio mexicano,  y entre otras actividades, la pareja real nos representará en cualquier evento internacional que se ofrezca. Tendremos que ser muy pulcros con la elección de hagamos de nuestros próximos reyes, evitando ser extremadamente selectivos, pues la idea es que cualquier mexicano pueda ser un aspirante al trono nacional. Y como se trata de una iniciativa ciudadana, organizada por ciudadanos y, en su momento, fiscalizada por ciudadanos, el IFE o el INE o como sea que se llame no será requerido, gracias.
   Los requisitos son bien sencillos: 
- ser mexicanos de nacimiento con padres mexicanos de nacimiento.
- Tener más de 30 años y no más de 60. 
    Pensarás, lector, que las condiciones solicitadas son muy laxas y podrían derivar en la ingobernabilidad de la elección, pero si nos ponemos muy quisquillosos aumentando las cláusulas y el papeleo, muchos con verdadero potencial de Rey podrían quedar afuera. Además a la gran mayoría de los elegibles les encanta su anonimato y por nada del mundo aceptarían ser candidatos -o sea que les vale madres-. Entonces cualquier persona podrá proponer a cualquier persona sin importar que sea futbolista, burócrata, artista, millonario, líder sindical, boxeador, político, maestro. Si los candidatos son pobres, ricos, feos, analfabetos, albinos, morenitos, gordos, metrosexuales, ateos, guapos, chaparros, tontos, etc., no importa pues al que resulte electo le habremos de corregir todas sus deficiencias, declaradas o no declaradas. 
   En los requisitos no está, pero cualquier candidato que ya esté muerto o que sea un personaje ficticio será descartado en automático, porque no van a faltar los despistados que propongan a Pedro Infante, o a la Rosa de Guadalupe, o a Jeny Rivera, o a Mauricio Garcés, o a María del Barrio, o a Kalimán, o a María Félix, o a Cantinflas, o a la Beba Galván.
   No se tú, amigo lector, pero yo ya me estoy frotando las manos por ver los figurones que estarán en la lista de postulantes: Hugo Sanchez, Chabelo, Gloria Trevi, Luis Miguel, La Chupitos, López Dóriga, Ninel Conde, Salma Hayek, Carmelita Salinas, Zague, Adela, El Piojo Herrera, Fox, Lucía Méndez, Manlio, El Joven Murrieta, El Vítor, la Aristegui, Werebertumorro, Slim, el Gober Precioso, J.C. Chávez, etc. Obviamente algunos no aplicarán por el tema de la edad.
   Recordemos que sólo se elegirán los cargos de Rey y Reina -la figura de Rey Legítimo no esta planeada, ¿oiste Andrés Manuel?- y los ganadores, se entiende, habrán de casarse por las dos leyes para inaugurar la nueva estirpe real mexicana que como ya se comentó, habrá de reinar por muchos años. Ojalá que todo nos salga bien y que tengamos una monarquía admirable; que el Rey oriente sabiamente a nuestros legisladores, que dialogue con el Presidente en busca siempre del bien común y que pronuncie soberbios discursos en el extranjero. Y que su linaje incipiente haga palidecer a los Tudor, a los Estuardo, a los Windsor. Así sea.
   Finalmente, paciente lector, te aviso que todos los asuntos pendientes de la nueva Casa Real, como protocolo, títulos y tratamiento, conformación de la corte, color de la sangre, estandarte, etc., los iremos solucionando de a poco y con mucha sabiduría, que no nos garantiza nada, desde luego, porque podríamos tener como Rey al Gober Precioso. Pero al final de cuentas, si nos damos el lujo de tener un Presidente disléxico, ¿por qué no un Rey naco?
    Ay Dios, qué sueño tan jalado acabo de soñar. Namasté.
   

lunes, 28 de abril de 2014

¡Se busca un rey para México!

Xavier Q Farfán.


SEGUNDA PARTE

   Los mexicanos que estamos vivos no los hemos tenido, pero a nuestros antepasados si les tocó tener alguna vez tener algún monarca: durante de la infausta llegada de los españoles (infausta porque eran españoles, no por otra cosa) en México gobernaba Moctezuma Xocoyotzin, huey tlatoani, que literalmente se traduce como el gran orador, pero que de facto era un rey. A Moctezuma lo precedieron Ahuizotl y Tizoc y por lo que sabemos la vida entonces era bastante normalita. Nadie se quejaba por tener un rey como gobernante, quizás porque estaban a gusto, o quizás por que no sabían de otras formas de gobierno. Quién sabe. 
   Luego de la conquista y ya como parte de la corona española, nuestro país fue gobernado por monarcas de la casa de los Habsburgo y de los Borbón. El último rey peninsular que tuvimos fue Fernando VII (1808), quien cortésmente cedió los derechos sobre México nada menos que a Napoleón Bonaparte, aquel bravo chaparrito emperador de los franceses. Y para que no digan, claro que también hemos tenido emperadores. En el Primer Imperio Mexicano Agustín de Iturbide (1821) se proclamó emperardor pero el gusto le duró sólo unos meses: tuvo que abdicar y huir. Para el Segundo Imperio Mexicano, los franceses nos endilgaron al archiduque Maximiliano de Habsburgo Lorena (1864). Tal empeño acabó tres años más tarde en el Cerro de las Campanas, Querétaro. Y acabó mal, por cierto.
   Bueno, ya vimos, apuronamente, que los mexicanos sí hemos tenido reyes, así que el tema no es ajeno y no debería sacarnos tanto prurito. Podemos probar un par de años, digo, a nadie le daría diabetes por eso. Además ya somos duchos en calarnos con diferentes formas de gobierno, ¡hasta democracia hemos tenido! Y eso que Don Porfirio opinaba que no estábamos preparados para esa. ¿Qué tal si pega? ¿Qué tal si los anhelos y las promesas ancestrales que arrastramos inmerecidamente se empiezan a cumplir?
   Además, mi querido único lector, el asunto que te propongo no es tan engorroso como parece; tenemos ya muchas cosas que se pueden aprovechar: por ejemplo el lugar en donde vivirán los monarcas ya está resuelto. Claro, el hermosísimo Castillo de Chapultepec, en la Ciudad de México, en el mero centro del Reino Mexicano. ¿No es genial?. También ya tenemos cortesanos, muchotes, y también bufones a pasto. Entiendo que el tema jurídico es espinoso, porque hacer convivir a un sistema republicano federalista con una monarquía no es un asunto menor, pero tenemos en México abogados maravillosos que han resuelto entuertos mayores. Un poco de manoseo en la Constitución y listo. ¡Carajo!, qué emocionante sería ver en las noticias de la TV cuando el Papa Francisco reciba en el Vaticano, al Rey Fulanito I y su esposa, su Graciosa Majestad Menganita I, monarcas de Mëxico.
   Alguien aún no muy convencido se preguntará que cómo diablos le vamos a hacer para elegir a la primera paraje  real, que habrá de ser la cimiente de una dinastía portentosa que perdurá per saecula saeculorum. En la próxima entrega, este humilde foro hará algunas sugerencias al respeto. Namasté. 

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domingo, 27 de abril de 2014

¡Se busca un rey para México!

Xavier Q Farfán

PRIMERA PARTE

   De todas las cosas que yo deseaba en mi juventud, que ya empieza a parecerme lejana, hubo dos que estuvieron a nada de convertirse en obsesión. Deseaba con todas mis fuerzas que alguien corriera al PRI de Los Pinos y también deseaba con todas mis fuerzas que México fuera campeón de un mundial de futbol. Nada más pero tampoco nada menos. Por momentos creí que primero iba a morir antes que ver mis deseos cumplidos. No fue así, por suerte, y en el dosmil el presidente Fox -esa combinación explosiva de Piporro y Homero Simpson, que bien vale la pena un estudio posterior- me ayudó con la mitad. Con el tema del futbol he sobrevivido porque dejé de verlo y sufrirlo hace algunos años, aunque mi corazoncito aún suspira, por supuesto. 
   Pero creo que los deseos no acabaron ahí. Te parecerá un mal chiste, lector amigo, pero resulta que de un tiempo a esta parte he traído cierta curiosidad por saber qué se siente tener un rey en México, sí, así como lo oyes, un rey con su reina y sus hijos príncipes. No es un deseo imperioso, es, como ya dije, una simple curiosidad. Entiendo cabalmente a quienes me digan que es una locura; entiendo también a quienes querrían que me largara ya del país. Habrá quienes se desgarren las vestiduras y se den de topes contra la pared y griten
-¿Qué le pasa a este idiota? Es una blasfemia lo que propone el maldito demente. Parece que no se llena con todas las broncas que tiene el país y todavía pide más. ¡Por el amor de Dios, que alguien lo calle!
   Repito, es sólo una simple curiosidad por saber que se siente tener un rey, y antes que te desmarques de nuestra incipiente amistad, único lector mío, permíteme exponer algunas de mis razones sobre el particular. El tema no es nuevo en México: antes ya tuvimos reyes y reinas y emperadores y emperatrices. ¿No es cierto? Sólo basta darle una hojeada a nuestra historia para recordarlos.

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El niño que quería ser Enanito Torero de Torreón

Xavier Q Farfán.

CUARTA PARTE (FINAL)


  Cuando llegaron a la tienda de los uniformes escolares para que Júpiter se midiera el suyo, el de su nueva escuela, Leonorita Peñapobre pidió uno con dos tallas más, porque el niño, se entiende, debería estar más grande. Cuando Júpiter Mancha se probó el pantalón, la mamá notó enseguida que le quedaba muy grande y pidió una talla menos; sucedió lo mismo y pidió una talla menos. Ese le quedó muy bien, pero los focos de la preocupación materna se encendieron: -¡Dios mio, Jupi no ha crecido, nada, nadita, este último año! Y le empezó ahí esa sensación en la boca, que habría de permanecer en los siguientes meses, de un puñado de arena, finita, que resbalaba deliberadamente lento hacia la garganta.
   Ese verano Filiberto el hijo había conseguido ingresar a la Universidad del pueblo, Bernardo el chistoso avanzó a tercer grado de la secundaria y el más pequeño, como ya se dijo, a la primaria. Era pues un época de crecimiento alocado en la familia. Pero Júpiter no crecía. Y la madre, como hacen las todas las madres, se lo llevó con el médico familiar del Seguro. Tras la auscultación de rutina, pero escrupulosa, y una serie de preguntas, también de rutina, el galeno dijo a Leonorita
-No hay de qué preocuparse señora Mancha, el muchachón está bien sano, y cualquier tarde se le soltará el crecimiento, ya verá-. Pero, como hacen todas las mamás, Leonorita no dejó de preocuparse y llegando a la casa buscó su cinta de medir en algún cajón de la vetusta, "pero muy buena", máquina Singer. Y midió al chamaco: -¡Un metro, válgame Dios!- Medir la estatura de Júpiter Mancha se hizo un ritual doloroso, e inútil, pues el torerito no crecía. Y la aflicción de Leonorita Peñapobre se multiplicó cuando su marido y los otros hijos empezaron a quejarse de su ropa, pues decían que ya les estaba quedando grande. Ella misma había notado que sus vestidos también le empezaron a quedar grandes, pero lo atribuyó a su preocupación constante por la talla de Jupi.
-¡Santa Madre de Dios!, ¿qué nos está sucediendo? Mi niño no crece y nosotros nos estamos encogiendo, es un castigo de Dios-, le decía llorando a su marido Filiberto el grande. Y a la mañana siguiente, muy temprano, se llevó a toda la familia con el médico familiar del Seguro. El facultativo revisó minuciosamente a los Mancha; checó sus historias clínicas, les hizo muchas preguntas y los mandó al laboratorio para que les realizaran una serie de estudios. No encontró nada malo: la familia entera gozaba de excelente salud, con la salvedad de que el más pequeño, Júpiter, no crecía y los otros, poco a poco se estaban haciendo chicos. Agotados todos sus recursos científicos y técnicos, al doctor sólo le quedó el sarcasmo, íntimo y personal, pero al fin sarcasmo y dijo para sí -pues si siguen encogiendo, bien podrían fundar una compañía de enanitos toreros.
   El tiempo, que es sabio y todo lo cura, dicen, siguió su curso inapelable y en la casa de los Mancha Peñapobre la tribulación dio paso a la costumbre. Los hijos avanzaron satisfactoriamente en sus estudios, hasta hubo fiestas de graduación; y también siguieron encogiendo, igual que los papás. Llevaban, pues, una vida aceptablemente feliz. Las mini-corridas de los domingos continuaron, y todos participaban, cada quién con una tarea específica que Júpiter Mancha delegaba. Empezaron a incluir actos circenses, imitaciones de Gloria Trevi, del Potrillo, de Espinosa Paz. Al final quedó un show redondito y bien pulido, impecable. Pero los Mancha seguían encogiendo hasta que todos, incluido el niño que no crecía, quedaron en un metro exacto de estatura. Parejos. El dato lo comprobó Leonorita Peñapobre, que siguió con el ritual inútil de medir a sus hijos y a Fili su esposo cada semana., hasta el último sábado que estuvo con vida.
   Resulta que una tarde de domingo cualquiera, un coche muy elegante pasó por el frente de la casa de los Mancha y el conductor oyó el relajo proveniente del jardín trasero. Intrigado se asomó y todo lo que vio lo dejo atónito: la maestría de Júpiter con el capote hacía ver fáciles a las verónicas, a las gaoneras, a las chicuelinas, a las zapopinas. Y la habilidad vocal de Leonorita, ¡carambas!, cantaba como los mismísimos ángeles.  Y no se diga de Fili el grande, que como maestro de ceremonias, era un portento.
-¡De-poca-madre!-, gritó el conductor del coche elegante intruso. -¡De-poca-madre!
   Esa misma tarde los Mancha Peñapobre dejaron su casa de toda la vida y se fueron con el desconocido -que resultó ser representante de espectáculos-, con un contrato millonario bajo el brazo para recorrer el mundo entero disfrazados de enanitos toreros.


sábado, 26 de abril de 2014

El niño que quería ser Enanito Torero de Torreón


Xavier Q Farfán.

TERCERA PARTE

   El discurso disuasivo de Leonorita -que pronunció en todos los tonos, desde el colérico hasta el conciliador- sirvió para maldita la cosa: Júpiter siguió en su loco afán taurómaco hasta que al cabo de los meses terminó infiltrado en los usos y costumbres de los Mancha Peñapobre. Tanto, que a lo mejor de manera involuntaria, hermanos y padres por momentos parecían alentar la futura carrera del menor. Fili chico, por ejemplo, improvisó unos cuernos de cartón que pegó al manubrio de su bici "para que parezca un toro" y Bernardo consiguió en casa de un amigo una toalla roja para el capote de Jupi, el niño torero.
   Los domingos eran de Filiberto el papá, que a cambio de llevar a su familia a la misa de 9, se adueñaba del jardín, hasta donde llevaba una tele para mirar el futbol todo el día. Por los gritos que daba, se pensaría que más que disfrutar, sufría su juego preferido. Hasta Leonorita llegó a sugerirle que se calmara.
   - Te va a dar un infarto mi vida, no te enojes tanto; además ni la mamá del árbitro, ni la de los jugadores, te oyen, ¿para qué las ofendes?
   - ¡Tú qué vas a saber Leonor, qué no ves que el árbitro es un cabrón vendido! Y para colmo el técnico no tiene la mínima puta idea de lo que está pasando en la cancha. Por Dios,  ¿qué no ves?- Y la esposa mejor lo dejaba maldiciendo solo y se iba a la sala a terminar de ver una película.
   Sin saber desde cuándo y cómo, Fili grande empezó a alternar sus partidos de futbol con juegos taurinos; con tablas de por ahí, armó algo que parecía una barrera, trajo de la casa un equipo de sonido para poner pasos dobles y darle mayor dramatismo a la mini-corrida, que por supuesto, estelarizaba Júpiter Mancha. Incluso Leonorita, tan reacia, le hizo un chalequito brillante con lentejuelas y de una gorra  improvisó una montera. Los hermanos se prestaban para la fiesta empujando el bici-toro y aplaudiendo los lances del joven diestro. Cuando Jupi terminaba cada faena, su hermano Berna, el chistoso de la familia, fingía llorar y gritoneaba:
- ¡Torito, Torito, mataron a mi Torito!
   Después de aceptada por todos la vocación del más chico, todo parecía estar bien en el hogar de los Mancha Peñapobre. No había, pues, mayores problemas, salvo los que salpican la vida cotidiana de cualquier familia en cualquier parte. Sin embargo, cuando Júpiter Mancha ingreso a la escuela primaria, su mamá, Leonorita, notó algo que acabó con su habitual calma, y entonces cundió la alarma.

Continua

viernes, 25 de abril de 2014

El niño que quería ser Enanito Torero de Torreón


Xavier Q Farfán.

SEGUNDA PARTE

   Leonorita Peñapobre pensó que al pasar los dias Júpiter olvidaría sus pretensiones profesionales. Pero no; el niño siguió diciendo que de grande quería ser enanito torero. Y formalizó su deseo un sábado, cuando la familia completa estaba en la mesa, comiendo. 
- Cuando sea grande voy a ser enano torero de Torreón- lo dijo con un aire entre serio y distraido, como no queriendo, sin dejar de ver el espagueti en su plato. Todos los hombres de la casa soltaron la carcajada.
- ¡A qué Jupi, tan ocurrente!- gritó Fili el grande. -¿Y dónde vas estudiar para eso, mijo? ¿en la Universidad?
  Tuvo que intervenir Leonorita ante el aluvión de burlas que se le vino a Júpiter Mancha.
- ¡Basta muchachos! Dejen en paz al niño, que de por sí no come, y ustedes nomás diciéndole cosas-.
 Después del incidente, la mamá creyó pertinente dar por terminado, de una vez por todas, el tema del enano torero, y le preguntó a su hijo:
- A ver Jupi, ¿ Por qué de grande quieres ser enano torero?, ¿Pues de dónde agarraste esa idea, de la tele?
- Es que los enanos toreros son muy valientes y las personas los quieren mucho y les aplauden mucho y ganan mucho dinero- respondió motivado por el repentino interés de Leonorita, su mama. La respuesta de Júpiter, tan emocionada, la convenció de dejar que el tiempo se encargará del asunto, por que al final de cuentas, ¿quién era ella para destrozar los sueños de su hijo, por excéntricos que fueran? Tema superado.
   Sin embargo, Leonorita Peñapobre era previsora: a pesar de su tolerancia con su hijo y su afán de ser enano torero, elaboró una lista de argumentos, y contra-argumentos, por si el niño insistía y la cosa se ponía alarmante. Todos los días ensayaba lo que habría de decirle a Jupi, llegado el momento:
   "Mira mijo, cuando seas grande de plano no puedes ser enano torero, pues si estás grande ¿cómo puedes ser enano? Es imposible, yo misma nunca he visto un enano grande. Entiende, no se puede. Además a los enanitos sólo los buscan para divertirse y burlarse. Claro que nosotros no, porque somos una familia de bien y educada. ¿Te queda claro Jupi?  Y para ser torero -continuaba la tesis de la señora Mancha- se necesita ser débil mental, mira que hacer enojar a un toro de media tonelada durante un rato y al final matarlo, así nomás. Tampoco creo que sean muy valientes los toreros: cómo es eso de ponerse un paquetillo en la entrepierna, sólo para suplantar a los testículos que se fueron a la garganta, asustadísimos. No mi rey, tú no eres débil mental, pero valiente sí. Luego entonces, no puedes ser torero. Finalmente jovencito Mancha Peñapobre -terminaba el sesudo razonamiento de Leonorita- en esta casa seremos pobres, y hasta feos su usted quiere, pero no somos de Torreón. ¿Le queda claro? Entonces hágame el favor de ya no estar molestando con esa idea tan descabellada".
   Cuando les hablaba de usted a sus hijos o al esposo, era porque Leonorita ya estaba bien encabronada.

continúa

jueves, 24 de abril de 2014

El niño que quería ser Enanito Torero de Torreón

Xavier Q Farfán.

PRIMERA PARTE

    Todos se iban a dormir puntualmente a las 10, porque en casa de Leonorita esa era una de las reglas, al menos eso era lo que ella decía. En realidad, ni Leonorita ni su esposo Fili se dormían, menos aún sus tres hijos, todos hombres; sólo se encerraban cada quien en su habitación para hacer cualquier cosa, menos dormir. Acostados, los esposos habitualmente veían un rato la tele o platicaban boberías y los chamacos, supongo, miraban también tele o hablaban por teléfono o escuchaban música o chateaban. Por supuesto que todos en la casa sabían que nadie se dormía a la 10 y nunca hubo algún pleito por esa falta a la regla de Leonorita, como se le quedó desde niña a Leonor Peñapobre, cuarentona de buen ver que se casó a los 20 con Filiberto Mancha, empleado de medio pelo en una oficina de Gobierno y aficionado al futbol.
   Los hijos, Fili Junior, Bernardo y Júpiter, asistían al colegio y siempre llegaban a casa con buenas notas; Filiberto el chico en prepa, Berna en primero de secundaria y Júpiter estaba por salir del Jardín. Era, pues, una familia bastante normal: fiestas, discusiones, sobresaltos monetarios, bromas crueles entre los chavos, castigos, graduaciones, etc. Y como en todas las familias normales de este pueblo, Leonorita, la mamá, era la de los chicharrones tronadores, la que repartía el queso y nadie se quejaba por ello, menos Fili, que se sentía relevado de una carga quizá muy pesada para él, que apenas tenía tiempo para vivir, decía.
   Todo funcionaba bien en la casa de los Mancha, con horarios previstos que siempre se cumplían salvo algunos casos de emergencia que por suerte eran muy pocos. Y como todas las noches, cuando faltaban pocos minutos para las diez, todos se metían a sus cuartos. Y como todas las noches, Leonorita acompañaba al más chico, a Júpiter, para asegurarse que se cepillara, que tuviera el pijama puesto y que rezara tantito; enseguida le soltaba un cuento improvisado de dos minutos para que se durmiera pronto, según ella. Pero sucedió una noche, después del cuento improvisado, que Jupiter le dijo muy serio a su madre: -Mamí, cuando sea grande quiero ser Enanito Torero de Torreón. La señora Mancha entre sorprendida y apurada por irse a ver tele atinó a responder: -okey mijo, mañana me platicas, pero ya duérmete porfas.
   A la mañana siguiente, después del caos inicial de cada día, en la casa de los Mancha sólo quedaron Jupiter y Leonorita, esperando la hora para ir al kinder y desayunando, ya con más tranquilidad, cereal con leche. Y ahí en la mesa, entre cucharazo y cucharazo, el pequeño Jupiter le recordó a su mami que cuando fuera grande iba a ser un Enanito Torero de Torreón. - ¡Demonios, Jupi!, ¿ahora qué mosca te pico?, termina tu maizoro para ya irnos. Al regresar de la escuela, que estaba apenas a 4 cuadras de casa, a Leonorita no le quedó más remedio que reírse de la aspiración taurina de su hijo menor y recordó en voz alta otras vocaciones fugaces. - También ha querido ser taxista, sacerdote, veterinario, ya no recuerdo qué más y siempre se le pasa, pero esto de ser Enano, de dónde lo habrá sacado el lepe. Igualito que el papá que según él iba a ser ingeniero en un trasbordador espacial de la NASA, pero ni usar el celular sabe el muy pendejo. ¡Ingeniero espacial! sí cómo no.

Continúa
      
   

Las mujeres del Presidente

GALERIA DE FOTOS

Xavier Q Farfán.

Te dejo, amigo lector, una pequeña galería de fotos de JOLOPO y sus amigas. Ojalá te agrade y que puedas dormir tranquilamente. Más adelante te platicaré más sobre este peculiar personaje, autollamado el último Presidente de la Revolución. Por lo pronto no olvides que esta noche sale a la luz la increíble historia del niño que quería de Enanito Torero de Torreón



El día de la boda de la Montenegro y el Presidente.



            
El jacalito de Don Pepe, que gustosos le
construimos los mexicanos en la célebre Colina del Perro.



Sasha Montenegroen sus tiempos de gloria,
cuando dejó a Don Pepe sin aliento.


Rosa Luz, novia extraoficial.             

  
Carmen Romano, esposa del
Presidente galán.

miércoles, 23 de abril de 2014

Las Mujeres del Presidente

Xavier Q Farfán.

PARTE CUATRO (Final)

   Qué tipazo fue Don Pepe, la neta. Todo lo hizo a lo grande, o más bien, todo lo pensó hacer a lo grande y no sé si estaba consiente de la diferencia: Grandes proyectos, grandes promesas, telúricos discursos, enormes esperanzas, todo gigantesco, de proporciones bíblicas. Y en el amor fue igual de ruidoso. Apenas iniciado su mandato, López Portillo mandó traer a Rosa Luz Alegría, de profesión física y la puso al frente de la Secretaría de Turismo; era la primera vez en la historia mexicana que una mujer tenía una cartera en el gabinete presidencial. Es un misterio si la puso ahí porque era su novia, o la hizo su novia por que la puso ahí. Sabrá Dios y para el caso da exactamente igual. Y claro que en el área de Turismo no sucedió nada extraordinario con el nombramiento.
   Todo mundo sabía ya de este lío de sábanas presidencial, incluso Doña Carmen, la esposa ofendida, y como consecuencia el matrimonio se empezó a enfriar y naturalmente terminó en divorcio, confirmando la "malaria" que cae sobre los presidentes: casi todos se divorcian durante su gobierno. Pobrecitos. ¿ Pero quién era esa dama tan bien preparada que generó todo este desaguisado familiar? Rosa Luz, graduada por la UNAM como física, ya conocía bien los recovecos y escondrijos de Los Pinos, pues había sido esposa de Luis Echeverría Zuno, hijo de ya saben quién. Hizo parte de su carrera pública en la academia, hasta que su futuro galán otoñal le ofreció una subsecretaria en Programación y Presupuesto. Y de ahí, como ya vimos, vino la canonización en Turismo. Y nada más.
   Ah qué caray, cómo fue divertido el sexenio lopezportillezco; no nos mató de hambre, tampoco nos mató ahogados en petróleo, pero de la risa loca casi lo logra. Don Pepe, además, nos regaló una colección de frases inmortales que seguramente mis nietos recordarán emocionadamente; incluso alguien propuso que las inscribieran con letras de oro en la Cámara de Diputados, iniciativa que no prosperó, por intrigas entre los legisladores y por la propuesta de uno de ellos de que al terminar el sexenio cada quién se podría llevar una letrita a su casa. Recuerdo ahora algunas de estas perlas: "ya nos saquearon, no nos volverán a saquear" (frase muy versátil que terminó como axioma sexenal), "defenderé al peso como un perro", "pido perdón a los pobres", "ahora sólo nos toca administrar la abundancia", "José Ramón, mi hijo, el orgullo de mi nepotismo". etc.
 
Sasha, la encueratriz princesa.

   Con el boom vergonzoso del cine de ficheras y proxenetas ebrios de los 70 y 80, llegó una estrella al famélico firmamento nacional: Sasha Montenegro o Alexandra Acimovic Popovic, de origen yugo y nacida en  Italia (Bari) y que se arma el traca-traca: en un segundo, los mexicanos nos enamoramos perdidamente de la actriz y abarrotamos tarde tras tarde y noche tras noche las salas de cine para verla en joyas del celuloide como "Fieras en brama", "La golfa del barrio", "El sexo me da risa", entre otras. En todas, invariablemente, se necesitara o no se necesitara, Sasha se encueraba y era el delirio total. Para los estándares de la época, qué cuerpazo, qué bárbara. Y de pilón era hermosa.
   Pero el gusto y la risa nos los quitó Don José, el Presidente. "Sasha está apartada, ahí les dejo a Carmen Salinas, si la quieren", se excusó. Y se quedó a la Montenegro para él solito. Qué gacho. En 1991, ya divorciado de doña Carmen, JOLOPO casó con la artista y la llevó a vivir a la Colina del Perro, predio en Bosques de las Lomas, en Cuajimalpa, donde construyó un complejo familiar con casas impresionantes obscenamente lujosas, patrocinado, por supuesto, por los mexicanos. En fin, quién nos manda ser cachondos.
   Para terminar con esta serie, que espero haya sido de tu agrado, amigo lector, deja recordarte que Don Pepito fue también escritor. Entre otros títulos, recuerdo "Ellos vienen: la conquista de México" y "Mis tiempos". Por supuesto que nunca los leí y ni pienso leerlos jamás. Y mañana la increíble historia del niño que quería ser Enanito Torero de Torreón. Namasté

martes, 22 de abril de 2014

Las mujeres del Presidente

Xavier Q Farfán.

PARTE TRES

   El gobierno de José López Portillo definitivamente no se podría entender sin la presencia de una joven dama tlaxcalteca, que con el pasar de los años se hizo indispensable en la escena política de su partido, el PRI. Me refiero a Beatriz Paredes Rangel, quien inició su fulgurante carrera a los 21 como diputada local en su estado. Y algo le notó Don Pepe, que la llamó para que "contestara" su segundo informe. Y ahí estuvo la joven socióloga respondiendo el informe del Jefe, enfundada en un traje sastre gris, muy propia ella, frente a la Cámara de Diputados y ante la crema y nata del México de entonces. Primera vez para una mujer.
   No se si este evento, que a la distancia parece trivial, lo motivara un afán justiciero de JOLOPO hacia las mujeres o si fue sólo coyuntural, estratégico. Lo cierto es que fue el empujón mágico para Beatriz a las Grandes Ligas y punto de arranque para una mayor participación femenina en la gestión pública, asunto no menor en un sistema político sistemáticamente misógino. Y de ahí pa´l real. Nada detuvo a la Paredes: subsecretaria en la Reforma Agraria, Gobernadora de Tlaxcala (previamente sólo Griselda Alvarez, en Colima, había despachado en tal cargo), diputada federal varias veces, senadora, embajadora en Cuba, secretaria general, y luego presidenta de su partido, etc. Una carrera impresionante, pues, que sólo empezó a declinar cuando el carnal Marcelo le propina mayúsculo revés en la contienda por la Jefatura de Gobierno del DF en 2006. Hoy Beatriz representa los intereses mexicanos en Brasil; no muy lejos, pero tampoco muy cercas, que digamos.
   Parece que doña Beatriz hizo la tarea y por eso le fue tan bien; se ajustó al manual priísta (obediencia ciega, casi perruna; discreción, nada de brincarse las trancas y paciencia, mucha paciencia), supo leer e interpretar las señales políticas y sobre todo, se apadrinó correctamente. Claro que alguna vez le falló el instinto y casi manda al diablo todo lo logrado. Resulta ser que en las postrimerías del sexenio de Miguel De la Madrid, a los priístas se les ocurrió la patética idea de proponer a 6 personajes para de ahí sacar al candidato que contendería por la Presidencia en la elecciones de 1988. La famosa pasarela. ¿La recuerdas amigo lector? En ella figuraron, de los que me acuerdo, Manuel Bartlet, Ramón Aguirre, Salinas, el doctor García Ramírez y otros dos. Pues bien, gracias a una señal cruzada, o a un pitazo con mala leche, Paredes Rangel creyó que el nuevo Niño Dios sexenal era el doctor Sergio García y para pronto reúne una tribu de aplaudidores y ahí van, con matracas y todo a la casa del doctor. "Se ve, se siente García Ramírez Presidente". De la nada aparecieron gigantescas mantas de apoyo "Los sectores del PRI con García R.", etc. Todo al más puro estilo priísta: lambisconería sin recato. Cuando el doctor abrió la puerta de su casa para preguntar por el alboroto, Beatriz lo abrazó, lo besó y le dijo que felicidades, que contara con ella para cualquier puesto, perdón, para cualquier cosa. Perplejo, y sin perder su compostura habitual el doctor Sergio García Ramírez respondió que él que más quisiera, pero que no, que Miguel no lo había señalado con el dedo encantador, sino que el elegido era Salinas de Gortari. Apenas le duró un segundo el pasmo a Beatriz. Se repuso ipso-facto y se despidió del doctor. Y ahí va de nuevo la multitud encabezada por la de Tlaxcala, en medio de la calle a buscar la casa de Carlos Salinas, cambiando nombres en las mantas y en las letras de las porras. Así fue, Salinas llegó a la presidencia y a Bety la mandaron a Cuba una temporada, a la banca, pues, como en el futbol: cuando no sirves para jugar o el entrenador no te quiere eso sucede. 
   Basta por hoy lector querido, ya mañana pondré a tu sabia opinión la parte final de Las Mujeres del Presidente, en la que platicaremos de Rosa Luz y de Sasha, que dieron esplendor, y mucha tela para recortar, al sexenio de Don Pepe López Porpillo, que Dios tenga en su santa gloria. Namasté

Beatriz Paredes, mujer priísta de altos vuelos,
inició su carrera en el sexenio de José López Portillo.


lunes, 21 de abril de 2014

Las mujeres del Presidente

Xavier Q Farfán.

PARTE DOS
 
   El presidente López Portillo inició su sexenio casado, con todas las de la ley, con Carmen Romano, mujerona defeña aficionada al piano y a las rolas del grupo Mocedades. Compradora compulsiva de ropa y joyas, la Romano hacía cerrar las tiendas de Estados Unidos a las que entraba, "para comprar a sus anchas". Cuentan por ahí que en los eventos sociales presidenciales de muy altos vuelos pedía a sus invitados dejar sus joyas para luego subastarlas con fines sociales. Algunos le creían, supongo, y otros no, pero igual tenían que hacer su "donativo" y salían de Los Pinos sin relojes ni brazaletes. "Ni hablar, todo sea por quedar bien con la Primera Dama y ayudar a los mexicanos más jodidones" suspiraban. Imagínemos nomás la cara, al final de la tertulia, de los que llegaron radiantes con una invitación suscrita por el mismísimo Presidente, y que se sintieron por un rato tocados por el dedo de Dios. Y es que para una fiesta de ese nivel se sacan las mejores piedras y relojes de diseño: Bulgari, Cartier, Tiffany, Graff, Bucellati. Ni modo, matanga dijo la changa
   Nunca fue un secreto que el marido de Doña Carmen, el flamante Presidente de México, Don Pepe, era contento de su cuerpo y se daba vuelo fuera del nido instalado en la casa presidencial (algunos de sus deslices fueron memorables, y por supuesto que los vamos a recordar más adelante) y no sé si por contagio, o por encabronamiento vengador, su esposa se hizo también contenta de su cuerpo. Por aquella época, a finales de los 70, vino a México un charlatán ilusionista isrealí, el famoso Uri Geller, que doblaba objetos de metal sólo con mirarlos y hacía otras monerías y dejó boquiabierta, y patifloja, a la First Lady. Y hete aquí, dicen las lenguas de dos filos, que la First Lady se enamoró. Muy pronto el mago Geller contaría con su carta de naturalización como mexicano, gracias a la expedita reacción de la SRE, luego de un manotazo femenino. No te rías, lector, esto que te cuento fue neto. Es más, tú y yo debemos estar agradecidos con doña Carmen y su juguete hebreo, pues como el chamaco poseía poderes extraordinarios, Pemex lo contrató para hacer exploraciones mentales de nuevos yacimientos. Ahora sí, atormentado lector, puedes reirte hasta morir si es tú deseo.
   A Chihuahua, la presencia y recuerdo de Doña Carmen Romano de López Portillo llegaron para quedarse hasta el final de los tiempos o hasta que el edificio se caiga. Así es: una escuela primaria que está enfrente de la Deportiva, enseguida del Tec., lleva el nombre de tan egregia dama y, paradójicamente, es de los planteles con mayor demanda y prestigio de la ciudad. Quién lo iba a decir. Finalmente, habrá en dicho parvulario algún niño curioso que quiera saber por qué su escuela se llama como se llama; y para que no tengan que oir la historia verdadera de nuestra heroína, los maestros o papas pueden usar las versiones alternas que este modesto foro propone:
   Pueden explicarles a los niños preguntones que Carmen Romano fue la hermana mayor de Sor Juana Inés, que también escribía redondillas, igual de brillantes, pero que el fulgor de la religiosa le impidió escalar los peldaños tan imprecisos y frágiles de la fama. O bien, digan a los curiosos que era la mamá de un líder sindical muy fregón y a quien los maestros propusieron para que la escuela llevara su nombre, pero que en un arranque de modestia y sano juicio declinó y se optó por el nombre de su progenitora. La ópción final es decirles a los chavitos que Carmen Romano de L.P. era el nombre verdadero de Jeni Rivera, y santo remedio.  Así andarán los alumnos muy contentos estudie y estudie y cantando La Inolvidable. Mejor me callo y me despido; mañana no hay que perderse la parte tercera, con Beatriz Paredes Rangel. Namasté.






domingo, 20 de abril de 2014

Las mujeres del Presidente

   Dicen por ahí que quien no conoce su historia está condenado a repetirla. Y como a mí no me gustaría tener otro igual, voy a contar la historia, o mejor, una parte de la historia de un presidente que tuvimos los mexicanos en el sexenio 1976-1982. Acertaste querido lector: José López Portillo y Pacheco. Algunos lo conocian como JOLOPO, otros, más mordaces, simplemente le decían el Perro (aquí se justifica una pausa para comentar que en uno de sus informes JLP gritoneó que defendería al peso como un perro; de ahí el apelativo). Fue un presidente bien machín, incluso también fue un candidato a Presidente bien machín, pues no tuvo rivales en la competencia, ni panísticos ni izquierdozos, ¡y ganó! Huelga decir que era del PRI. Sí , el mismo partido del actual mandatario Peña.
   De veras que fue el de López-Portillo un gobierno glorioso, colmado de progreso, de petróleo, de abundancia pues, y de anécdotas presidenciales que matarían de la risa loca a más de uno. Y estuvo lleno, también, de mujeres: las mujeres del Presidente. Hermanas, amigas, amantes, novias, esposas tuvieron sus quince minutos de fama al lado del Presidente galán. Porque era galán Don Pepe, y deportista, escritor, orador, histrión, hacedor de frases inmortales. Pero en esta ocasión me dedicaré, si lo permites amigo lector, a recordar sólo el tema de las muchachonas y no porque me guste muchote meterme a donde no me llaman, sino porque en su momento fueron el ojo del huracán en la opinión pública (trending, dicen ahora) de muestra dizque querida República.

-La hermana cómoda, comodísima.

   Recién llegado a su nuevo domicilio de Los Pinos, el Presidente López Portillo nombró a su hermana Margarita titular de la RTC, o sea la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía. En ese puesto se dedicó a ensalsar la imagen de su carnal y a tomar el control de muchos medios de comunicación mexicanos, desde los impresos hasta el cine pasando por la TV. Debo decir que algunos de ellos, los menos dóciles, criticaron ásperamente tal designación. JOLOPO también la hizo directora de Imevisión, ahora TV Azteca. A ella debemos los mexicanos aquel atorón vergonzante del cine serio y educado que dió paso al de las cabareteras y de los chulos. La Mague fue novelista y guionista y hasta creo recordar que una Universidad (nacional, por supuesto, pero no voy a decir cuál porque si no se aguitan los morelenses) le regaló un doctorado Honoris Causa. Faltaba más. Finalmente, para ya no enfadarte más caro lector, déjame te cuento que la tal Margarita era devota de los brujos (rasgo común entre los políticos mexicas picudos), en especial de la grifa oaxaqueña María Sabina, a quien regaló una casa prefabricada, que dicho sea de paso hoy es Museo allá en Huautla de Jiménez. su terruño. ¿Así, o más surrealismo? porque le podemos llamar a Kafka para que nos ayude.
   En la próxima entrega de esta serie, mal llamada Las Mujeres del Presidente, recordaremos a Carmen, la esposa abnegada con nombre de escuela y si el espacio, el tiempo y tu paciencia, lector, lo permiten, también le tocará su turno a Beatriz Paredes. Namasté





ñarf
En sus informes a JOLOPO le daba por lloriquear. Lágrimas
de utilería, off course.
Margarita y Don Pepe, de rancio abolengo navarro
(Caparroso), en sus tiempos de gloria
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