PRIMERA PARTE
Todos se iban a dormir puntualmente a las 10, porque en casa de Leonorita esa era una de las reglas, al menos eso era lo que ella decía. En realidad, ni Leonorita ni su esposo Fili se dormían, menos aún sus tres hijos, todos hombres; sólo se encerraban cada quien en su habitación para hacer cualquier cosa, menos dormir. Acostados, los esposos habitualmente veían un rato la tele o platicaban boberías y los chamacos, supongo, miraban también tele o hablaban por teléfono o escuchaban música o chateaban. Por supuesto que todos en la casa sabían que nadie se dormía a la 10 y nunca hubo algún pleito por esa falta a la regla de Leonorita, como se le quedó desde niña a Leonor Peñapobre, cuarentona de buen ver que se casó a los 20 con Filiberto Mancha, empleado de medio pelo en una oficina de Gobierno y aficionado al futbol.
Los hijos, Fili Junior, Bernardo y Júpiter, asistían al colegio y siempre llegaban a casa con buenas notas; Filiberto el chico en prepa, Berna en primero de secundaria y Júpiter estaba por salir del Jardín. Era, pues, una familia bastante normal: fiestas, discusiones, sobresaltos monetarios, bromas crueles entre los chavos, castigos, graduaciones, etc. Y como en todas las familias normales de este pueblo, Leonorita, la mamá, era la de los chicharrones tronadores, la que repartía el queso y nadie se quejaba por ello, menos Fili, que se sentía relevado de una carga quizá muy pesada para él, que apenas tenía tiempo para vivir, decía.
Todo funcionaba bien en la casa de los Mancha, con horarios previstos que siempre se cumplían salvo algunos casos de emergencia que por suerte eran muy pocos. Y como todas las noches, cuando faltaban pocos minutos para las diez, todos se metían a sus cuartos. Y como todas las noches, Leonorita acompañaba al más chico, a Júpiter, para asegurarse que se cepillara, que tuviera el pijama puesto y que rezara tantito; enseguida le soltaba un cuento improvisado de dos minutos para que se durmiera pronto, según ella. Pero sucedió una noche, después del cuento improvisado, que Jupiter le dijo muy serio a su madre: -Mamí, cuando sea grande quiero ser Enanito Torero de Torreón. La señora Mancha entre sorprendida y apurada por irse a ver tele atinó a responder: -okey mijo, mañana me platicas, pero ya duérmete porfas.
A la mañana siguiente, después del caos inicial de cada día, en la casa de los Mancha sólo quedaron Jupiter y Leonorita, esperando la hora para ir al kinder y desayunando, ya con más tranquilidad, cereal con leche. Y ahí en la mesa, entre cucharazo y cucharazo, el pequeño Jupiter le recordó a su mami que cuando fuera grande iba a ser un Enanito Torero de Torreón. - ¡Demonios, Jupi!, ¿ahora qué mosca te pico?, termina tu maizoro para ya irnos. Al regresar de la escuela, que estaba apenas a 4 cuadras de casa, a Leonorita no le quedó más remedio que reírse de la aspiración taurina de su hijo menor y recordó en voz alta otras vocaciones fugaces. - También ha querido ser taxista, sacerdote, veterinario, ya no recuerdo qué más y siempre se le pasa, pero esto de ser Enano, de dónde lo habrá sacado el lepe. Igualito que el papá que según él iba a ser ingeniero en un trasbordador espacial de la NASA, pero ni usar el celular sabe el muy pendejo. ¡Ingeniero espacial! sí cómo no.
Continúa
A la mañana siguiente, después del caos inicial de cada día, en la casa de los Mancha sólo quedaron Jupiter y Leonorita, esperando la hora para ir al kinder y desayunando, ya con más tranquilidad, cereal con leche. Y ahí en la mesa, entre cucharazo y cucharazo, el pequeño Jupiter le recordó a su mami que cuando fuera grande iba a ser un Enanito Torero de Torreón. - ¡Demonios, Jupi!, ¿ahora qué mosca te pico?, termina tu maizoro para ya irnos. Al regresar de la escuela, que estaba apenas a 4 cuadras de casa, a Leonorita no le quedó más remedio que reírse de la aspiración taurina de su hijo menor y recordó en voz alta otras vocaciones fugaces. - También ha querido ser taxista, sacerdote, veterinario, ya no recuerdo qué más y siempre se le pasa, pero esto de ser Enano, de dónde lo habrá sacado el lepe. Igualito que el papá que según él iba a ser ingeniero en un trasbordador espacial de la NASA, pero ni usar el celular sabe el muy pendejo. ¡Ingeniero espacial! sí cómo no.
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