PARTE TRES
El gobierno de José López Portillo definitivamente no se podría entender sin la presencia de una joven dama tlaxcalteca, que con el pasar de los años se hizo indispensable en la escena política de su partido, el PRI. Me refiero a Beatriz Paredes Rangel, quien inició su fulgurante carrera a los 21 como diputada local en su estado. Y algo le notó Don Pepe, que la llamó para que "contestara" su segundo informe. Y ahí estuvo la joven socióloga respondiendo el informe del Jefe, enfundada en un traje sastre gris, muy propia ella, frente a la Cámara de Diputados y ante la crema y nata del México de entonces. Primera vez para una mujer.
No se si este evento, que a la distancia parece trivial, lo motivara un afán justiciero de JOLOPO hacia las mujeres o si fue sólo coyuntural, estratégico. Lo cierto es que fue el empujón mágico para Beatriz a las Grandes Ligas y punto de arranque para una mayor participación femenina en la gestión pública, asunto no menor en un sistema político sistemáticamente misógino. Y de ahí pa´l real. Nada detuvo a la Paredes: subsecretaria en la Reforma Agraria, Gobernadora de Tlaxcala (previamente sólo Griselda Alvarez, en Colima, había despachado en tal cargo), diputada federal varias veces, senadora, embajadora en Cuba, secretaria general, y luego presidenta de su partido, etc. Una carrera impresionante, pues, que sólo empezó a declinar cuando el carnal Marcelo le propina mayúsculo revés en la contienda por la Jefatura de Gobierno del DF en 2006. Hoy Beatriz representa los intereses mexicanos en Brasil; no muy lejos, pero tampoco muy cercas, que digamos.
Parece que doña Beatriz hizo la tarea y por eso le fue tan bien; se ajustó al manual priísta (obediencia ciega, casi perruna; discreción, nada de brincarse las trancas y paciencia, mucha paciencia), supo leer e interpretar las señales políticas y sobre todo, se apadrinó correctamente. Claro que alguna vez le falló el instinto y casi manda al diablo todo lo logrado. Resulta ser que en las postrimerías del sexenio de Miguel De la Madrid, a los priístas se les ocurrió la patética idea de proponer a 6 personajes para de ahí sacar al candidato que contendería por la Presidencia en la elecciones de 1988. La famosa pasarela. ¿La recuerdas amigo lector? En ella figuraron, de los que me acuerdo, Manuel Bartlet, Ramón Aguirre, Salinas, el doctor García Ramírez y otros dos. Pues bien, gracias a una señal cruzada, o a un pitazo con mala leche, Paredes Rangel creyó que el nuevo Niño Dios sexenal era el doctor Sergio García y para pronto reúne una tribu de aplaudidores y ahí van, con matracas y todo a la casa del doctor. "Se ve, se siente García Ramírez Presidente". De la nada aparecieron gigantescas mantas de apoyo "Los sectores del PRI con García R.", etc. Todo al más puro estilo priísta: lambisconería sin recato. Cuando el doctor abrió la puerta de su casa para preguntar por el alboroto, Beatriz lo abrazó, lo besó y le dijo que felicidades, que contara con ella para cualquier puesto, perdón, para cualquier cosa. Perplejo, y sin perder su compostura habitual el doctor Sergio García Ramírez respondió que él que más quisiera, pero que no, que Miguel no lo había señalado con el dedo encantador, sino que el elegido era Salinas de Gortari. Apenas le duró un segundo el pasmo a Beatriz. Se repuso ipso-facto y se despidió del doctor. Y ahí va de nuevo la multitud encabezada por la de Tlaxcala, en medio de la calle a buscar la casa de Carlos Salinas, cambiando nombres en las mantas y en las letras de las porras. Así fue, Salinas llegó a la presidencia y a Bety la mandaron a Cuba una temporada, a la banca, pues, como en el futbol: cuando no sirves para jugar o el entrenador no te quiere eso sucede.
Basta por hoy lector querido, ya mañana pondré a tu sabia opinión la parte final de Las Mujeres del Presidente, en la que platicaremos de Rosa Luz y de Sasha, que dieron esplendor, y mucha tela para recortar, al sexenio de Don Pepe López Porpillo, que Dios tenga en su santa gloria. Namasté
Beatriz Paredes, mujer priísta de altos vuelos, inició su carrera en el sexenio de José López Portillo. |
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