domingo, 27 de abril de 2014

¡Se busca un rey para México!

Xavier Q Farfán

PRIMERA PARTE

   De todas las cosas que yo deseaba en mi juventud, que ya empieza a parecerme lejana, hubo dos que estuvieron a nada de convertirse en obsesión. Deseaba con todas mis fuerzas que alguien corriera al PRI de Los Pinos y también deseaba con todas mis fuerzas que México fuera campeón de un mundial de futbol. Nada más pero tampoco nada menos. Por momentos creí que primero iba a morir antes que ver mis deseos cumplidos. No fue así, por suerte, y en el dosmil el presidente Fox -esa combinación explosiva de Piporro y Homero Simpson, que bien vale la pena un estudio posterior- me ayudó con la mitad. Con el tema del futbol he sobrevivido porque dejé de verlo y sufrirlo hace algunos años, aunque mi corazoncito aún suspira, por supuesto. 
   Pero creo que los deseos no acabaron ahí. Te parecerá un mal chiste, lector amigo, pero resulta que de un tiempo a esta parte he traído cierta curiosidad por saber qué se siente tener un rey en México, sí, así como lo oyes, un rey con su reina y sus hijos príncipes. No es un deseo imperioso, es, como ya dije, una simple curiosidad. Entiendo cabalmente a quienes me digan que es una locura; entiendo también a quienes querrían que me largara ya del país. Habrá quienes se desgarren las vestiduras y se den de topes contra la pared y griten
-¿Qué le pasa a este idiota? Es una blasfemia lo que propone el maldito demente. Parece que no se llena con todas las broncas que tiene el país y todavía pide más. ¡Por el amor de Dios, que alguien lo calle!
   Repito, es sólo una simple curiosidad por saber que se siente tener un rey, y antes que te desmarques de nuestra incipiente amistad, único lector mío, permíteme exponer algunas de mis razones sobre el particular. El tema no es nuevo en México: antes ya tuvimos reyes y reinas y emperadores y emperatrices. ¿No es cierto? Sólo basta darle una hojeada a nuestra historia para recordarlos.

continúa

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