PARTE CUATRO (Final)
Qué tipazo fue Don Pepe, la neta. Todo lo hizo a lo grande, o más bien, todo lo pensó hacer a lo grande y no sé si estaba consiente de la diferencia: Grandes proyectos, grandes promesas, telúricos discursos, enormes esperanzas, todo gigantesco, de proporciones bíblicas. Y en el amor fue igual de ruidoso. Apenas iniciado su mandato, López Portillo mandó traer a Rosa Luz Alegría, de profesión física y la puso al frente de la Secretaría de Turismo; era la primera vez en la historia mexicana que una mujer tenía una cartera en el gabinete presidencial. Es un misterio si la puso ahí porque era su novia, o la hizo su novia por que la puso ahí. Sabrá Dios y para el caso da exactamente igual. Y claro que en el área de Turismo no sucedió nada extraordinario con el nombramiento.
Todo mundo sabía ya de este lío de sábanas presidencial, incluso Doña Carmen, la esposa ofendida, y como consecuencia el matrimonio se empezó a enfriar y naturalmente terminó en divorcio, confirmando la "malaria" que cae sobre los presidentes: casi todos se divorcian durante su gobierno. Pobrecitos. ¿ Pero quién era esa dama tan bien preparada que generó todo este desaguisado familiar? Rosa Luz, graduada por la UNAM como física, ya conocía bien los recovecos y escondrijos de Los Pinos, pues había sido esposa de Luis Echeverría Zuno, hijo de ya saben quién. Hizo parte de su carrera pública en la academia, hasta que su futuro galán otoñal le ofreció una subsecretaria en Programación y Presupuesto. Y de ahí, como ya vimos, vino la canonización en Turismo. Y nada más.
Ah qué caray, cómo fue divertido el sexenio lopezportillezco; no nos mató de hambre, tampoco nos mató ahogados en petróleo, pero de la risa loca casi lo logra. Don Pepe, además, nos regaló una colección de frases inmortales que seguramente mis nietos recordarán emocionadamente; incluso alguien propuso que las inscribieran con letras de oro en la Cámara de Diputados, iniciativa que no prosperó, por intrigas entre los legisladores y por la propuesta de uno de ellos de que al terminar el sexenio cada quién se podría llevar una letrita a su casa. Recuerdo ahora algunas de estas perlas: "ya nos saquearon, no nos volverán a saquear" (frase muy versátil que terminó como axioma sexenal), "defenderé al peso como un perro", "pido perdón a los pobres", "ahora sólo nos toca administrar la abundancia", "José Ramón, mi hijo, el orgullo de mi nepotismo". etc.
Sasha, la encueratriz princesa.
Con el boom vergonzoso del cine de ficheras y proxenetas ebrios de los 70 y 80, llegó una estrella al famélico firmamento nacional: Sasha Montenegro o Alexandra Acimovic Popovic, de origen yugo y nacida en Italia (Bari) y que se arma el traca-traca: en un segundo, los mexicanos nos enamoramos perdidamente de la actriz y abarrotamos tarde tras tarde y noche tras noche las salas de cine para verla en joyas del celuloide como "Fieras en brama", "La golfa del barrio", "El sexo me da risa", entre otras. En todas, invariablemente, se necesitara o no se necesitara, Sasha se encueraba y era el delirio total. Para los estándares de la época, qué cuerpazo, qué bárbara. Y de pilón era hermosa.
Pero el gusto y la risa nos los quitó Don José, el Presidente. "Sasha está apartada, ahí les dejo a Carmen Salinas, si la quieren", se excusó. Y se quedó a la Montenegro para él solito. Qué gacho. En 1991, ya divorciado de doña Carmen, JOLOPO casó con la artista y la llevó a vivir a la Colina del Perro, predio en Bosques de las Lomas, en Cuajimalpa, donde construyó un complejo familiar con casas impresionantes obscenamente lujosas, patrocinado, por supuesto, por los mexicanos. En fin, quién nos manda ser cachondos.
Para terminar con esta serie, que espero haya sido de tu agrado, amigo lector, deja recordarte que Don Pepito fue también escritor. Entre otros títulos, recuerdo "Ellos vienen: la conquista de México" y "Mis tiempos". Por supuesto que nunca los leí y ni pienso leerlos jamás. Y mañana la increíble historia del niño que quería ser Enanito Torero de Torreón. Namasté
Ah qué caray, cómo fue divertido el sexenio lopezportillezco; no nos mató de hambre, tampoco nos mató ahogados en petróleo, pero de la risa loca casi lo logra. Don Pepe, además, nos regaló una colección de frases inmortales que seguramente mis nietos recordarán emocionadamente; incluso alguien propuso que las inscribieran con letras de oro en la Cámara de Diputados, iniciativa que no prosperó, por intrigas entre los legisladores y por la propuesta de uno de ellos de que al terminar el sexenio cada quién se podría llevar una letrita a su casa. Recuerdo ahora algunas de estas perlas: "ya nos saquearon, no nos volverán a saquear" (frase muy versátil que terminó como axioma sexenal), "defenderé al peso como un perro", "pido perdón a los pobres", "ahora sólo nos toca administrar la abundancia", "José Ramón, mi hijo, el orgullo de mi nepotismo". etc.
Sasha, la encueratriz princesa.
Con el boom vergonzoso del cine de ficheras y proxenetas ebrios de los 70 y 80, llegó una estrella al famélico firmamento nacional: Sasha Montenegro o Alexandra Acimovic Popovic, de origen yugo y nacida en Italia (Bari) y que se arma el traca-traca: en un segundo, los mexicanos nos enamoramos perdidamente de la actriz y abarrotamos tarde tras tarde y noche tras noche las salas de cine para verla en joyas del celuloide como "Fieras en brama", "La golfa del barrio", "El sexo me da risa", entre otras. En todas, invariablemente, se necesitara o no se necesitara, Sasha se encueraba y era el delirio total. Para los estándares de la época, qué cuerpazo, qué bárbara. Y de pilón era hermosa.
Pero el gusto y la risa nos los quitó Don José, el Presidente. "Sasha está apartada, ahí les dejo a Carmen Salinas, si la quieren", se excusó. Y se quedó a la Montenegro para él solito. Qué gacho. En 1991, ya divorciado de doña Carmen, JOLOPO casó con la artista y la llevó a vivir a la Colina del Perro, predio en Bosques de las Lomas, en Cuajimalpa, donde construyó un complejo familiar con casas impresionantes obscenamente lujosas, patrocinado, por supuesto, por los mexicanos. En fin, quién nos manda ser cachondos.
Para terminar con esta serie, que espero haya sido de tu agrado, amigo lector, deja recordarte que Don Pepito fue también escritor. Entre otros títulos, recuerdo "Ellos vienen: la conquista de México" y "Mis tiempos". Por supuesto que nunca los leí y ni pienso leerlos jamás. Y mañana la increíble historia del niño que quería ser Enanito Torero de Torreón. Namasté
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