Xavier Q Farfán
Estimado lector, te voy a contar una historia que, aunque no lo parezca, es verídica. Seguramente se vas a desternillar de la risa loca, así que espero que no hayas comido postre de leche con plátano y cerezas.
Sucede que en el Puerto de San Blas, Nayarit, el 6 de julio pasado hubo elecciones locales para Presidente Municipal y uno de los candidatos, Hilario Ramírez Villanueva, buscaba reelegirse al puesto que ya había ocupado en 2088-2011 y resulta que lo logró: el tal Layín ganó por segunda ocasión (no consecutiva) la alcaldía. Hasta aquí las cosas parecen bastante normalitas: un tipo se propone como candidato y el pueblo lo elige.
Lo asombroso del caso es que previamente, en su primera administración se habían desaparecido veinte millones de pesos de la cuenta pública, y como ordinariamente sucede con estos casos de prestidigitación monetaria, se armó una mini escandalera que no resolvió nada: la lana no apareció y los que se la robaron tampoco. Ahí murió el asunto.
Luego, ya en la campaña electoral reciente, alguien preguntó a Hilario si sabía algo de aquel faltante millonario y el candidato, muy risueño, dijo que no, que él no lo tenía, y admitió, para sorpresa de todos, que sí había robado, pero poquito. Y lejos de espantarse de su auto-acusación, el flamante Presidente Municipal siguió diciendo que había robado poquito porque el Municipio era muy pobre como para robarlo más. Para justificar su delito Layín explicó que el dinero robado lo había dado a los pobres.
En el mundo de las personas mentalmente equilibradas esta confesión sería suficiente para iniciar un proceso judicial, ¿no es cierto?, pero en San Blas no; a su Robin Hood tropical le prestaron la Presidencia Municipal de nuevo, para que ahora sí, ya en confianza seguir ayudando a los pobres. Y para darle fin a esta novela bizarrísima, el señor Hilario retó a los habitantes del puerto a que si no daba buenos resultados esta vez, lo mandaran directo a chingar su madre -así lo pidió, es neta, querido lector- y supongo que tal desafío no tiene efectos retroactivos, pues cómo sería eso de incomodar tanto a la mamá del Presidente. ¿Ella qué culpa tiene?
En fin, así se las gastan en San Blas, cuya tranquilidad playera se interrumpe cada tarde con la llegada de un enjambre de mosquitos diminutos, irritantes y hambrientos, "la hora del Jején" y cuyas picaduras, habrá que analizarlo, pudieran ser la causa de tanto desatino. También pudieron haber provocado la locura de aquella muchacha vestida de novia que esperó muchos años, sentada en una banca del muelle, a su galán marinero para casarse. Quién sabe.
PD. Iba a rematar este potingue con un video de Layín, el Robin Hood costeño, pero mejor no; mejor un poco de música...En el muelle de San Blas.
Lo asombroso del caso es que previamente, en su primera administración se habían desaparecido veinte millones de pesos de la cuenta pública, y como ordinariamente sucede con estos casos de prestidigitación monetaria, se armó una mini escandalera que no resolvió nada: la lana no apareció y los que se la robaron tampoco. Ahí murió el asunto.
Luego, ya en la campaña electoral reciente, alguien preguntó a Hilario si sabía algo de aquel faltante millonario y el candidato, muy risueño, dijo que no, que él no lo tenía, y admitió, para sorpresa de todos, que sí había robado, pero poquito. Y lejos de espantarse de su auto-acusación, el flamante Presidente Municipal siguió diciendo que había robado poquito porque el Municipio era muy pobre como para robarlo más. Para justificar su delito Layín explicó que el dinero robado lo había dado a los pobres.
En el mundo de las personas mentalmente equilibradas esta confesión sería suficiente para iniciar un proceso judicial, ¿no es cierto?, pero en San Blas no; a su Robin Hood tropical le prestaron la Presidencia Municipal de nuevo, para que ahora sí, ya en confianza seguir ayudando a los pobres. Y para darle fin a esta novela bizarrísima, el señor Hilario retó a los habitantes del puerto a que si no daba buenos resultados esta vez, lo mandaran directo a chingar su madre -así lo pidió, es neta, querido lector- y supongo que tal desafío no tiene efectos retroactivos, pues cómo sería eso de incomodar tanto a la mamá del Presidente. ¿Ella qué culpa tiene?
En fin, así se las gastan en San Blas, cuya tranquilidad playera se interrumpe cada tarde con la llegada de un enjambre de mosquitos diminutos, irritantes y hambrientos, "la hora del Jején" y cuyas picaduras, habrá que analizarlo, pudieran ser la causa de tanto desatino. También pudieron haber provocado la locura de aquella muchacha vestida de novia que esperó muchos años, sentada en una banca del muelle, a su galán marinero para casarse. Quién sabe.
PD. Iba a rematar este potingue con un video de Layín, el Robin Hood costeño, pero mejor no; mejor un poco de música...En el muelle de San Blas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario