Yoko Ono y las matonas de Carolina
Yoko era, digamos, de una belleza exótica. |
El día de ayer, si lo recuerdas amigo lector, platicamos en poco del esfuerzo de Naciones Unidas por amparar a las viudas pobres, y llegamos a la conclusión de que este amparo verbal, y diplomático, no era suficiente. Para una mujer que no sabe qué diablos van a cenar sus hijos esta noche, no es muy útil que el organismo les haya dedicado un día al año. Podríamos preguntar a cualquiera de ellas su opinión a este respecto y su respuesta, si le queda un poco de sentido del humor, podría ser la siguiente:
-Pues aquí mijo, igual de jodidos que siempre, pero muy contenta porque la ONU me mandó felicitar en la tele, por el Día Internacional de las Viudas; hasta lloré de la emoción, mijo. Cómo no estuvo aquí mi viejo, que Diosito tenga en su Santa Gloria, porque también se hubiera emocionado mucho-.
-Seño, pero si su marido estuviera aquí, vivo, entonces no sería viuda y, pues la felictación de la ONU no sería para usted-.
-Ay muchacho malora, ya me reborujaste toda, mejor lárgate de mi casa-.
El otro lado de la moneda son las viudas ricas, que a pesar del dolor que seguramente les produjo perder a sus cónyuges, la vida no les pondrá las mismas dificultades. Todo lo que se pueda remediar con dinero se remediará, sin duda. Y para lo demás, pues ahí sí quién sabe. Yo personalmente pienso que la viuda o el viudo que no puedan lidiar con el hecho de estar solos, después de un tiempo razonable y cuando la confusión emocional por la pérdida haya pasado, bien podrían buscar una nueva pareja para terminar juntos un proyecto de vida compartido. Todo esto suena muy lindo, pero como dicen en mi barrio, cada cabeza es un mundo y cada quien enfrenta de forma muy particular sus angustias y sobresaltos. Y para variar, como que ya me perdí.
Vamos a recordar enseguida a algunas de las viudas más notables que anduvieron, o andan, por ahí. Y la primera que se me viene a la cabeza es Yoko, aquella japonesita sumisa -y medio feíta, hay que decirlo- que enamoró ciegamente a uno de los mayores músicos que la humanidad haya conocido; John Winston Lennon. Esta relación, digna del mejor sofá psicoanalítico, terminó abruptamente en 1980, cuando un tal Chapman asesinó a Lennon en la puerta de su casa de Nueva York. Y su viuda, acusada desde antes de haber quebrado aquella memorable fraternidad llamada Los Beatles, se quedó forradísima de dólares. A la Yoko, hasta donde yo me quedé, no se le conocen galanes, a lo mejor por miedo, puesto que una infidelidad post-mortem no se la admiten las Lennon fans. Como dato adicional, John adoptó el apellido de su esposa y murió siendo John Winston Ono Lennon y este gesto bien pudo ser producto de una ceremonia, de esas que fascinaban a la pareja, en las que podía faltar el sacerdote, pero la mota y los chochos, jamás.
Otra dama que terminó viuda también por balas asesinas, fue Jacqueline Bouvier, a quien Lee Harvey Oswald le mató al marido en 1963 en Dallas. El difunto se llamaba John Fitzgerald Kennedy y era Presidente de Estados Unidos. Jacqueline o Jacky, como la llamaban, con mucha entereza enfrentó primero la muerte de su esposo, y después su viudez de 5 años. Al final un griego armador de buques riquísimo, Aristoteles Onassis, la enamoró y terminaron en el altar en 1968. Y el matrimonio devino en tempestad, como estaba previsto, pues el galán buscaba prestigio social, abundante en Jacky, y ella buscaba la seguridad que brindan los billetes, abundantes en el galán. Se estaban divorciando cuando la muerte sorprendió al griego en 1975, que antes de la Kennedy había comprado, perdón, conquistado a Maria Callas, soprano helénica que en los 50 era tenida por Diosa.
Otra dama que terminó viuda también por balas asesinas, fue Jacqueline Bouvier, a quien Lee Harvey Oswald le mató al marido en 1963 en Dallas. El difunto se llamaba John Fitzgerald Kennedy y era Presidente de Estados Unidos. Jacqueline o Jacky, como la llamaban, con mucha entereza enfrentó primero la muerte de su esposo, y después su viudez de 5 años. Al final un griego armador de buques riquísimo, Aristoteles Onassis, la enamoró y terminaron en el altar en 1968. Y el matrimonio devino en tempestad, como estaba previsto, pues el galán buscaba prestigio social, abundante en Jacky, y ella buscaba la seguridad que brindan los billetes, abundantes en el galán. Se estaban divorciando cuando la muerte sorprendió al griego en 1975, que antes de la Kennedy había comprado, perdón, conquistado a Maria Callas, soprano helénica que en los 50 era tenida por Diosa.
Jackie con su marido, minutos antes de que lo asesinaran en Dallas. |
El caso más emblemático de esta categoría es el de Brynhilde Paulsetter (también conocida como Belle Gunnes), noruega avecindada en E.U., que solita se echó, allá en la primera década los 1900, a un par de maridos legales y a una docena de amantes convocados por medio de anuncios en el periódico, todos amparados con generosas pólizas.
Por su parte Blanche Taylor Moore se despachó, confirmados, a dos maridos ricos, y a otros tantos sin confirmar. Ella está presa en Carolina del Norte desde 1989 en espera de fecha para su ejecución.
Finalmente Velma Barfield, ejecutada en 1984 en Carolina del Sur, dio muerte a dos esposos, a un novio, a su madre y a dos ancianos que cuidaba, todo por el maldito dinero de las herencias. C´est la vie.
Por tu paciencia enorme, querido lector, te regalo esta rolita de Lennon, que hizo en honor a su esposa oriental.
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