El Flautista de Hamelín, leyenda extraordinaria
Los hermanos Grimm, Jacob y Wihelm, portentosos cuentistas alemanes de las primeras décadas del Siglo XIX, hicieron una adaptación de una leyenda de su país que data de 1284, sucedida en Hamelín (Hameln) cerca del río Weser. Todos conocemos esta historia porque se hizo inseparable de la infancia de muchas generaciones, occidentales sobre todo: El Flautista de Hamelín. No conozco un niño al que no se pueda domesticar cada noche con este cuento, o cualquier otro, de los Grimm. Habrá casos en que esto no resulte y el cloroformo sea una idea extrema, pero efectiva.
Recordé esta fábula germana, lectora amable, porque precisamente este día, 26 de junio, se celebra el aniversario de la venganza del flautista excéntrico, pero vamos por partes.
La historia señala que alguna vez en el pueblito de Hamelín, sus vecinos estaban muy alarmados por una plaga enorme de ratas, que cada vez crecía más y no sabían cómo acabarla. Un buen día pasó por el pueblo un personaje extraño, con vestimenta muy colorida y prometió a los asustados habitantes acabar con los roedores a cambio de una buena paga. Aceptaron el trato así, verbal y sin intercambio de documentos y firmas y el forastero procedió a cumplir su parte. Saco de entre sus ropas una flauta y empezó a tocar con ella una melodía y para el azoro general, las ratas empezaron a salir de sus escondites y como hipnotizadas siguieron al flautista hasta un río cercano, el Weser y ahí se ahogaron todas.
Terminada la misión, el flautista regresó al pueblo a cobrar lo convenido por acabar con la infestación y los aldeanos, que vieron su problema arreglado y al fin humanos, se negaron a pagar. El encantador de ratas se marchó del pueblo muy enojado y aparentemente todo volvió a la normalidad en Hamelín; muy pronto todos olvidaron este episodio desagradable de las ratas pero el flautista, al parecer no, pues regresó un 26 de junio, y cuando los adultos estaban en Misa, sacó su flauta mágica y se puso a tocar otra melodía, con la atrajo ahora a 130 niños y desapareció con ellos para siempre jamás.
Qué tal con la fábula, y qué tal con el flautista que se cobró "a la china" lo que los ingratos hamelinenses no le quisieron pagar. Y ahora sí, con esta historia voy a dormir como niño, como si no debiera nada a nadie. Pero antes me gustaría saber dónde vive el flautista para ir a pedirle prestada su flauta nomás un ratito, porque de repente me dieron ganas tocarla afuera de los congresos locales y de los palacios de gobierno para ver quién sale. Conste que no estoy insinuando nada; es sólo curiosidad, pues ni siquiera se por dónde está el Río Weser. Namasté.
Recordé esta fábula germana, lectora amable, porque precisamente este día, 26 de junio, se celebra el aniversario de la venganza del flautista excéntrico, pero vamos por partes.
La historia señala que alguna vez en el pueblito de Hamelín, sus vecinos estaban muy alarmados por una plaga enorme de ratas, que cada vez crecía más y no sabían cómo acabarla. Un buen día pasó por el pueblo un personaje extraño, con vestimenta muy colorida y prometió a los asustados habitantes acabar con los roedores a cambio de una buena paga. Aceptaron el trato así, verbal y sin intercambio de documentos y firmas y el forastero procedió a cumplir su parte. Saco de entre sus ropas una flauta y empezó a tocar con ella una melodía y para el azoro general, las ratas empezaron a salir de sus escondites y como hipnotizadas siguieron al flautista hasta un río cercano, el Weser y ahí se ahogaron todas.
Terminada la misión, el flautista regresó al pueblo a cobrar lo convenido por acabar con la infestación y los aldeanos, que vieron su problema arreglado y al fin humanos, se negaron a pagar. El encantador de ratas se marchó del pueblo muy enojado y aparentemente todo volvió a la normalidad en Hamelín; muy pronto todos olvidaron este episodio desagradable de las ratas pero el flautista, al parecer no, pues regresó un 26 de junio, y cuando los adultos estaban en Misa, sacó su flauta mágica y se puso a tocar otra melodía, con la atrajo ahora a 130 niños y desapareció con ellos para siempre jamás.
Qué tal con la fábula, y qué tal con el flautista que se cobró "a la china" lo que los ingratos hamelinenses no le quisieron pagar. Y ahora sí, con esta historia voy a dormir como niño, como si no debiera nada a nadie. Pero antes me gustaría saber dónde vive el flautista para ir a pedirle prestada su flauta nomás un ratito, porque de repente me dieron ganas tocarla afuera de los congresos locales y de los palacios de gobierno para ver quién sale. Conste que no estoy insinuando nada; es sólo curiosidad, pues ni siquiera se por dónde está el Río Weser. Namasté.
El Flautista de Hamelín. Un día como hoy regresó por su revancha. |
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