La vida no es vida sin Carlos, el millonario
Carlos Slim Helú es el hombre más rico de México y el segundo del mundo, si los momios de Forbes no se han movido hasta ayer. Y literalmente lo veo hasta en la sopa, que el día de hoy tocó de fideos, muy sabrosa por cierto, aguadita con harto cilantro. Así es, amigo mío, el millonario de origen libanés está presente, aunque él no quiera y yo tampoco, en casi todo lo que hago durante el día. Es como, si se me permite una comparación tonta, el ojo del Gran Hermano.
Y conste que no es una queja, no, pues la final de cuentas a mi no me interesa mucho saber quién es el dueño de la empresa que fabricó mi cepillo de dientes, por ejemplo, mientras que mi cepillo de dientes no me lastime las encias. Sin embargo resulta un poco perturbador imaginar que un solo tipo esté detrás de muchos de los servicios que utilizo o de las cosas que compro. Y haciendo cuentas, pues creo que nomás me falta dormir con Carlos.
Más allá de las versiones de cómo fue que construyó su imperio económico, la presencia de Slim en cualquier actividad cotidiana es evidente, y a veces indispensable. El dice que la disciplina personal y la diversificación de sus negocios han sido los motores que llevaron su barca al nivel de riqueza inconmensurable, casi obsceno, que ahora detenta. Y claro que no faltan los malpensados de siempre que afirman que sólo es el administrador de los bienes malhabidos de políticos transas. Sabrá Dios.
Y mientras son peras o son manzanas, el ingeniero sigue haciendo negocios exitosos al rededor del mundo: compra empresas quebradas o ineficientes y las hace rentables, tiene su ojo puesto en la TV abierta mexicana y hasta equipos de futbol profesional lucen en su lista de propiedades, que es muy larga. Tan larga que algunos le han sugerido "donar" parte de su fortuna para la asistencia social, y le ponen como ejemplos a Bill Gates y Warren Buffet, multimillonarios gringos que ya han regalado la mitad de su plata para obras de beneficiencia pública. Y Slim afirma que cree más en las inversiones que generan más y mejores empleos, que andar por ahí repartiendo dinero a los pobres.
Pero volviendo a la parte en que el dueño de Telmex está como una sombra en mi vida diaria, si me permites adinerado lector, te voy a compartir algunos momentos de esta comunión no solicitada con el magnate a quien puntualmente aporto, cosas del mercado, algunas monedas que apenas cabrán en su monedero astronómico.
+ En cuanto me levanto y me meto a la regadera, inicia este acuerdo comercial entre Carlos y yo, pues él proveyó la tubería de cobre y las instalaciones eléctricas de mi casa, a través de Condumex.
+ Luego, al encender un cochino cigarro, fabricado por Cigatam, con la primera taza de café del día.
+ Si no hay coche en la casa salgo en bicicleta, para atender algún pendiente. Es una Bimex, naturalmente.
+ Si alguien me invita a desayunar, o invito yo, y vamos a Sanborns, estoy aportando un porcentaje, minúsculo, a su fortuna, que dólares más dólares menos, es de 73 mil millones.
+ Si hago o recibo una llamada por el móvil o por el teléfono de casa, o mandó un mensaje o un mail, si reviso mi cuenta de FB o Twitter. Telmex o Telcel están siempre detrás.
+ Si escucho música de un CD, DVD o Bluray de Mix up.
+ Si viajo a través de carreteras de cuota con el sistema IAVE
+ Checar algún saldo o hacer depósitos o transferencias en Inbursa, también le generan ganancias al libanés.
+ Si con el anzuelo de los 18 sin intereses y 20% adicional de Sears, me embarco con algún electrónico.
En fin, es el cuento de nunca acabar con esta vida compartida entre Slim Helú, que, dicho sea de paso, genera 270 mil empleos directos y medio millón indirectos en México, y yo, su socio minoritario mortal. Termino esto informando que también, mi socio y yo, tenemos inversiones en los ramos hotelero (Calinda), hospitalario (Vivo Hospitales), de gas natural (Sinca Inbursa), del cemento (Elementia), deportivos (Clubes León y Pachuca) etc.
Museo Soumaya, la vena cultural de Carlos Slim Helú
+ En cuanto me levanto y me meto a la regadera, inicia este acuerdo comercial entre Carlos y yo, pues él proveyó la tubería de cobre y las instalaciones eléctricas de mi casa, a través de Condumex.
+ Luego, al encender un cochino cigarro, fabricado por Cigatam, con la primera taza de café del día.
+ Si no hay coche en la casa salgo en bicicleta, para atender algún pendiente. Es una Bimex, naturalmente.
+ Si alguien me invita a desayunar, o invito yo, y vamos a Sanborns, estoy aportando un porcentaje, minúsculo, a su fortuna, que dólares más dólares menos, es de 73 mil millones.
+ Si hago o recibo una llamada por el móvil o por el teléfono de casa, o mandó un mensaje o un mail, si reviso mi cuenta de FB o Twitter. Telmex o Telcel están siempre detrás.
+ Si escucho música de un CD, DVD o Bluray de Mix up.
+ Si viajo a través de carreteras de cuota con el sistema IAVE
+ Checar algún saldo o hacer depósitos o transferencias en Inbursa, también le generan ganancias al libanés.
+ Si con el anzuelo de los 18 sin intereses y 20% adicional de Sears, me embarco con algún electrónico.
En fin, es el cuento de nunca acabar con esta vida compartida entre Slim Helú, que, dicho sea de paso, genera 270 mil empleos directos y medio millón indirectos en México, y yo, su socio minoritario mortal. Termino esto informando que también, mi socio y yo, tenemos inversiones en los ramos hotelero (Calinda), hospitalario (Vivo Hospitales), de gas natural (Sinca Inbursa), del cemento (Elementia), deportivos (Clubes León y Pachuca) etc.
Museo Soumaya, la vena cultural de Carlos Slim Helú
Cuenta con más de 60 mil obras de arte, entre las que
destaca la colección más importante, fuera de Francia,
de Auguste Rodin.
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