SEGUNDA PARTE
De las madrizas en Argentina a la esperanza carioca
Dejémonos pues de las sesudas aproximaciones sociológicas del futbol y platiquemos sólo de futbol, para estar a la moda. No importa que en tres semanas lo andemos vomitando y no queramos saber absolutamente nada del juego del hombre. Ya después, por lo menos una semana de ayuno futbolero total será el antídiarréico indicado para tanto exceso.
Y si no te parece un abuso de mi parte, lector mío, te voy a confesar que para este Mundial de Brasil no estoy muy entusiasmado: sin exagerarte, no se qué día inicia ni cuál es el juego inaugural; es más, aparte de Brasil y Camerún ignoro cuál es el tercer equipo con el jugará México en la etapa inicial. Y para acabarla de fregar apenas conozco a dos o tres de nuestros jugadores. Al entrenador si lo recuerdo bien, Miguel Herrera, El Piojo, a quien le dedicaré un apunte el día de mañana.
Esta indiferencia atípica me tiene sorprendido porque para estas fechas ya estaría esperando con tremendas uñas el inicio de la competencia, pero ahora no. Qué curioso. Será el méndigo calor que se está sintiendo por estas tierras, o la carga de trabajo, o la edad, o el sereno. Lo cierto es que esta vez no es igual que otras veces. Sin embargo, el deseo de ver ganar a mi selección, sigue ahí, fiel, como ha sido desde el Mundial Argentina 78. Es un deseo cuarentón ya.
Y desde entonces empezó la sufridera. A lo mejor tú no lo recuerdas, joven lector, pero yo sí: resulta que para aquella cita austral, nuestros eruditos comentaristas deportivos habían pronosticado que México avanzaría luego de ganar un juego, empatar el siguiente y a lo mejor perder el tercero. Y lo que pasó fue que nuestro equipo regresó con tres madrizas consecutivas bien acomodadas, Para el siguiente evento, España 1982, nuestra selección no asistió luego de no superar las eliminatorias centroamericanas.
En 1986 México fue sede por segunda ocasión de una Copa del Mundo, y claro, todos teníamos la certeza de que ahora sí, de que estando en casa podríamos llegar hasta la cocina. Pero no, no sucedió así. Sin embargo, este Mundial nos dejó algunos recuerdos singulares, como el gol tramposo que Maradona metió con la mano, o el memorable, e inocultable, abucheo que recibió el entonces Presidente Miguel de la Madrid en el Estadio Azteca. (En 1985, luego del brutal terremoto que derrumbó gran parte de la Ciudad de México, el Lic. de la Madrid desdeñó el auxilio internacional, diciendo que México no lo necesitaba, que muchas gracias de todos modos. Y claro que lo necesitábamos, con urgencia)
Para el compromiso mundialista en Italia 90, con la novedad que los directivos del futbol mexicano alteraron las actas de nacimiento de algunos jugadores y así pudieran estar en la justa romana. Acostumbrados como están a no ser cuestionados por tales técnicas deportivas, no contaron con la astucia de la FIFA que les descubrió el truco y en caliente nuestra Selección fue proscrita del evento. Poco les faltó a los fifos prohibirnos, a todos los mexicanos, asistir o siquiera ver por tele aquellos juegos.
Luego de este vergonzante suceso, nuestro equipo ha asistido regularmente a los mundiales posteriores con resultados de media tabla. Y hemos visto de todo, bueno, casi de todo: partidos en los que nuestro equipo juega como juegan los ángeles y gana, por supuesto, partidos infartantes de empate, derrotas lacrimógenas, goles de antología, gazapos imperdonables; nomás nos está faltando besar la Copa. Ojalá que sea la carioca, a la que besemos por primera vez. De ser así, prometo con solemnidad, en lugar de ir caminando a San Judas Tadeo, comprar las colecciones completas de Roberto Carlos y Nelson Ned. Namasté
Esta indiferencia atípica me tiene sorprendido porque para estas fechas ya estaría esperando con tremendas uñas el inicio de la competencia, pero ahora no. Qué curioso. Será el méndigo calor que se está sintiendo por estas tierras, o la carga de trabajo, o la edad, o el sereno. Lo cierto es que esta vez no es igual que otras veces. Sin embargo, el deseo de ver ganar a mi selección, sigue ahí, fiel, como ha sido desde el Mundial Argentina 78. Es un deseo cuarentón ya.
Y desde entonces empezó la sufridera. A lo mejor tú no lo recuerdas, joven lector, pero yo sí: resulta que para aquella cita austral, nuestros eruditos comentaristas deportivos habían pronosticado que México avanzaría luego de ganar un juego, empatar el siguiente y a lo mejor perder el tercero. Y lo que pasó fue que nuestro equipo regresó con tres madrizas consecutivas bien acomodadas, Para el siguiente evento, España 1982, nuestra selección no asistió luego de no superar las eliminatorias centroamericanas.
En 1986 México fue sede por segunda ocasión de una Copa del Mundo, y claro, todos teníamos la certeza de que ahora sí, de que estando en casa podríamos llegar hasta la cocina. Pero no, no sucedió así. Sin embargo, este Mundial nos dejó algunos recuerdos singulares, como el gol tramposo que Maradona metió con la mano, o el memorable, e inocultable, abucheo que recibió el entonces Presidente Miguel de la Madrid en el Estadio Azteca. (En 1985, luego del brutal terremoto que derrumbó gran parte de la Ciudad de México, el Lic. de la Madrid desdeñó el auxilio internacional, diciendo que México no lo necesitaba, que muchas gracias de todos modos. Y claro que lo necesitábamos, con urgencia)
Para el compromiso mundialista en Italia 90, con la novedad que los directivos del futbol mexicano alteraron las actas de nacimiento de algunos jugadores y así pudieran estar en la justa romana. Acostumbrados como están a no ser cuestionados por tales técnicas deportivas, no contaron con la astucia de la FIFA que les descubrió el truco y en caliente nuestra Selección fue proscrita del evento. Poco les faltó a los fifos prohibirnos, a todos los mexicanos, asistir o siquiera ver por tele aquellos juegos.
Luego de este vergonzante suceso, nuestro equipo ha asistido regularmente a los mundiales posteriores con resultados de media tabla. Y hemos visto de todo, bueno, casi de todo: partidos en los que nuestro equipo juega como juegan los ángeles y gana, por supuesto, partidos infartantes de empate, derrotas lacrimógenas, goles de antología, gazapos imperdonables; nomás nos está faltando besar la Copa. Ojalá que sea la carioca, a la que besemos por primera vez. De ser así, prometo con solemnidad, en lugar de ir caminando a San Judas Tadeo, comprar las colecciones completas de Roberto Carlos y Nelson Ned. Namasté
No hay comentarios:
Publicar un comentario