A 28 años de la insurrección malograda
PRIMERA PARTE
Una mañana cualquiera del aquel verano, el caliente de 1986, los chihuahuenses nos despertamos con la certeza de que el PRI no era invencible ni eterno, que su reino de corrupción y latrocinios podía ser sepultado a base de votos categóricos y libres. Ya no más PRI, era el petición multitudinaria que como nunca antes se dejó escuchar por todos los rincones de la ciudad, del Estado, de México. Fue como encender otra vez las veladoras votivas de la esperanza que un sistema político putrefacto e hipócrita fue apagando intencionalmente, hasta dejarnos en la oscuridad total, castrante, del ánimo civil; durante décadas nos convenció que podíamos vivir de las migajas que cayeran de su mesa opulenta y despreciable.
Una mañana cualquiera del aquel verano, el caliente de 1986, los chihuahuenses nos despertamos con la certeza de que el PRI no era invencible ni eterno, que su reino de corrupción y latrocinios podía ser sepultado a base de votos categóricos y libres. Ya no más PRI, era el petición multitudinaria que como nunca antes se dejó escuchar por todos los rincones de la ciudad, del Estado, de México. Fue como encender otra vez las veladoras votivas de la esperanza que un sistema político putrefacto e hipócrita fue apagando intencionalmente, hasta dejarnos en la oscuridad total, castrante, del ánimo civil; durante décadas nos convenció que podíamos vivir de las migajas que cayeran de su mesa opulenta y despreciable.
Pero hace justo 28 años, en Chihuahua decidimos que no. que esa no era una forma buena de vivir; queríamos más y fuimos por más. Confiadamente le entregamos nuestro pliego de aspiraciones a un político panista, novel y claridoso, que muy pronto se convirtió en líder y rostro visible de la insurrección norteña: Francisco Javier Barrio Terrazas, Pancho, corpulento expresidente de Cd. Juárez. Hombre de diálogo, conciliador, franco, e impaciente como nosotros, fue el candidato del PAN para enfrentar a Fernando Baeza Meléndez, del PRI.
Luego de una campaña inédita, de concentraciones masivas delirantes con el argumento irrefutable del "ya basta", de desfiles, de claxonazos, pero sobre todo de una convicción apabullante, generalizada, fraterna de que sin el PRI podríamos vivir mejor, el 6 de julio de 1986 los chihuahuenses le dimos una descomunal tunda electoral al sistema priísta. Fue la primera elección para gobernador que ganó Pancho Barrio. Y se la hicieron perdediza. El gigante agusanado se resistía a ceder un ápice y en su papel de juez y parte, decretó que no, que su derrota tan evidente, y documentada, no existia y permitió que su títere gobernara a nuestro estado los 6 siguientes años.
En 1992, otra vez con Pancho Barrio como candidato, le repetimos la dosis, ahora doble, al sistema político mexicano y por fin, luego de 80 años de priísmo los chihuahuenses respiramos otro aire.
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Luego de una campaña inédita, de concentraciones masivas delirantes con el argumento irrefutable del "ya basta", de desfiles, de claxonazos, pero sobre todo de una convicción apabullante, generalizada, fraterna de que sin el PRI podríamos vivir mejor, el 6 de julio de 1986 los chihuahuenses le dimos una descomunal tunda electoral al sistema priísta. Fue la primera elección para gobernador que ganó Pancho Barrio. Y se la hicieron perdediza. El gigante agusanado se resistía a ceder un ápice y en su papel de juez y parte, decretó que no, que su derrota tan evidente, y documentada, no existia y permitió que su títere gobernara a nuestro estado los 6 siguientes años.
En 1992, otra vez con Pancho Barrio como candidato, le repetimos la dosis, ahora doble, al sistema político mexicano y por fin, luego de 80 años de priísmo los chihuahuenses respiramos otro aire.
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Volante del PAN en los comicios de 1986. En él aparece Pancho Barrio, junto a Don Luis y a Guillermo Prieto Luján. |
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