El arte de no hacer hoy, lo que no voy a hacer mañana
No te me pongas flamenco todavía, mi amigo lector, y deja te explico que los psicólogos tenemos la mala costumbre de inventarles nombres rimbombantes a los trastornos que no podemos arreglar. Es un sistema en el que todos ganamos: el cliente su va a casa con una nueva enfermedad muy elegante y el terapista, como atiende una enfermedad nueva muy elegante, puede aumentar su cobro. ¿No es genial? Aquí nadie pierde con la procrastinación.
¿Pero qué rayos significa la palabreja? ¿A quien la invento no se le ocurrió otra menos extraña? ¿es importante para tenerla en mi vocabulario? No lo sé, de veras que no lo se, pero a este término sofisticado le he encontrado tres funciones básicas:
- El semántico, que la define como la tendencia humana, anómala, a postergar acciones y decisiones.
- El práctico, porque puede servir como ejercicio vocal para los tartamudos: "el Rey de la procrastinación es un gran procrastinador y quien lo desprocrastine será un gran desprocrastinador"
- El análogo, porque curiosamente quienes tienen dificultades para pronunciar dicha palabra, resultan ser procrastinadores sin remedio.
Por primera vez en esta tarde me voy a poner serio y trataré de explicar un poco este desorden emocional, cuyo nombre me parece un alarde etimológico innecesario, pero bueno, yo no lo elegí. La procrastinación, es pues, la tendencia a posponer una actividad que debe realizarse, haciendo otra menos importante y agradable, por una percepción de amenaza, dificultad o peligro. Esto explica, por ejemplo, los hábitos adictivos de ver TV o los videojuegos como medios de evasión ante una actividad incómoda pendiente de realizar. Este trastorno del comportamiento también es señalado como síntoma de otros trastornos, como la depresión.
Las personas con esta tendencia, son perfeccionistas, ansiosos, impacientes, tienen miedo al fracaso o se sienten incompetentes ante los retos de la vida. Menudo lío, pero que venturosamente puede llegar a puerto seguro con terapia congnitiva-conductual. Finalmente, esta irregularidad de la conducta se presenta en forma colectiva, por ejemplo, en el hábito generalizado de acudir al banco a pagar los impuestos, solo hasta el último día de plazo.
Espero, lector, que saber esto te sea útil alguna vez en la vida. Yo por lo pronto ya me voy a procrastinar, aunque pensándolo bien, mejor procrastinaré el día mañana. Namasté
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