Píldoras de excelencia para México. Tercera dosis.
Estoy plenamente de acuerdo en que debemos ser respetuosos de las ideas de los demás, de sus costumbres, de sus manías, de sus gustos, de sus ideologías. No llego, por supuesto, a la temeridad de Voltaire (Francia, 1694), que alguna vez dijo: "podré NO estar de acuerdo con tus ideas, pero defenderé con mi vida tu derecho a decirlas". No es para tanto; simplemente procuro no meterme en los asuntos de los demás, ni entro en controversia con nadie. Sin embargo, este día sí me voy a tomar ciertas libertades con el propósito único de defender a las jovencitas quinceañeras de mi Patría fiestera.
Me gustaría que fuera un decreto, pero lo vamos a dejar en una sugerencia, si estás de acuerdo mi atribulado lector, y prometo que ésta será una de las raras ocasiones en que meta mi nariz a donde no la llaman. Y como no se a quién dirigir mi propuesta, casi casi exigencia, la voy a dejar abierta:
A quien corresponda.
Por este medio, los abajo-firmantes (mi único lector y yo) solicitamos de la manera más atenta que desde este momento queden prohibidas las fiestas de quinceaños en nuestro país. Gracias por su atención.
Espero que la persona que pueda hacer una decisión al respecto, lea en algún momento este memorandum; ayudaría mucho si alguien la conoce, le haga llegar el recado lo más pronto posible y así evitarles más daños emocionales a nuestras señoritas que están por cumplir sus quince años de vida.
Parecería una exageración de parte mía, pero no. Es una verdadera necesidad de México empezar a desterrar para siempre las fiestas de quince años porque además de ser onerosas, representan un golpe bajo, muy bajo, a la dignidad de las festejadas, y de pasada al buen gusto. Las excusas para hacer obligatorio el tremendo pachangón son patéticas: hay que celebrar porque la consentida de la casa va a "debutar en sociedad", o porque "ha llegado a la edad de las ilusiones", o porque "ha dejado de ser niña para convertirse en mujer" . Y si me apuran un poco, además de patéticas son inexactas, pues debutamos en sociedad y llegamos a la edad de las ilusiones cuando nacemos, no quince años después. Y como sabemos, la madurez biológica en las mujeres no se manifiesta a esta edad, sino antes.
Para irnos por partes, vamos a revisar un poco el tema económico de estas tertulias, porque para organizarlas se requiere primero de un buen billete, lo que no quiere decir que sean privativas de familias pudientes. Claro que no, !faltaba más!, porque las familias pobres, con tal de darle el festejo de su vida a la desdichada hija, hipotecan la mitad de sus vidas en Coppel o Banco Azteca. Pero bueno, ya con el dinero en mano habrá que rentar un salón, pagar una banda de música, mandar a hacer el vestido de la novia -perdón, de la quinceañera- y los de sus damas; también a los chambelanes hay que vestirlos glamorosamente (algunas mamás muy puntillosas les pagan un tratamiento para el acné), comprar muchas flores, contratar un servicio de banquete con los menús más sofisticados y claro, no pueden faltar los tragos: cervezas, tequilas y whiskys en cantidades oceánicas.
Torcidamente, los papás piensan que la niña será más feliz entre más dinero gasten en su festejo y como sinceramente desean la felicidad de la niña, pues no se andan con poquiterías y abren sus billeteras en forma por demás liberal. Son pequeñas fortunas las que se chutan en una noche de gloria de la que sólo quedan, como recuerdo, 200 fotos y un video, que puntualmente la muchacha destruirá un año después.
Para irnos por partes, vamos a revisar un poco el tema económico de estas tertulias, porque para organizarlas se requiere primero de un buen billete, lo que no quiere decir que sean privativas de familias pudientes. Claro que no, !faltaba más!, porque las familias pobres, con tal de darle el festejo de su vida a la desdichada hija, hipotecan la mitad de sus vidas en Coppel o Banco Azteca. Pero bueno, ya con el dinero en mano habrá que rentar un salón, pagar una banda de música, mandar a hacer el vestido de la novia -perdón, de la quinceañera- y los de sus damas; también a los chambelanes hay que vestirlos glamorosamente (algunas mamás muy puntillosas les pagan un tratamiento para el acné), comprar muchas flores, contratar un servicio de banquete con los menús más sofisticados y claro, no pueden faltar los tragos: cervezas, tequilas y whiskys en cantidades oceánicas.
Torcidamente, los papás piensan que la niña será más feliz entre más dinero gasten en su festejo y como sinceramente desean la felicidad de la niña, pues no se andan con poquiterías y abren sus billeteras en forma por demás liberal. Son pequeñas fortunas las que se chutan en una noche de gloria de la que sólo quedan, como recuerdo, 200 fotos y un video, que puntualmente la muchacha destruirá un año después.
Esa pequeña fortuna, y que quede claro que no es mi intención fastidiarles el desayuno a los padres que ya hicieron el gastazo, puede alcanzar perfectamente para pagar los siguientes eventos:
- Vacaciones para tres personas (no aplica para chambelanes, off course) en cualquier playa de México con hotel 3 estrellas y vuelo redondo.
- Fondo universitario en previsión de cualquier imponderable futuro.
- Un semestre en Estados Unidos para aprender el inglés.
- Ahorro para la boda de la chica en el caso de que el marido le resulte medio inútil (sarcasmo innecesario).
Mañana platicaremos de otras implicaciones de estas mega-fiestas, si lo autorizas, lector quinceañero, y por lo pronto te dejo un video muy reflexivo sobre el tema. Namasté.
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