Oye Don Pepe, el Negrito es el único tuyo
SEGUNDA PARTE. FINAL
En la entrega de ayer te recordaba, lectora mía, a uno de los amigos de Don Pepe López Porpillo, el Profe Hank, y lo hice a vuelo de pájaro, rápida y superficialmente, con el sano propósito de no fastidiarnos el día reviviendo más detalles de su paso nefasto por la vida nacional. Y ahora, para seguir con este ejercicio de la memoria masoquista, voy a ocuparme también a grosso modo, de otro amigazo del expresidente: Arturo El Negro Durazo.
Este tipo, cuya única virtud fue jugar a las canicas con Jolopo cuando eran niños, se convirtió en el jefe de la policía de la Ciudad de México cuando su cuate llegó a la Presidencia. Amigos son amigos, diría Don Pepe Presidente aún sabiendo que la justicia de E.U. buscaba al Negrito por narcotráfico. Qué cosas.
En su paso como director de la Dirección General de Policía y Tránsito capitalina, consiguió transformarla en el ente más corrupto y despreciable de todos cuantos había; formalizó las cuotas obligatorias de todos los elementos policiacos y si había un billete de por medio, se hacia de la vista gorda con lo atracos, extorsiones, robos, muertes, secuestros, perpetrados muchas veces por los mismos oficiales su cargo. Naturalmente que su fortuna creció exorbitante y obscenamente. Pero todos lo querían mucho, pues lo nombraron miembro de la Legión de Honor, Doctor Honoris Causa del Supremo Tribunal de Justicia del DF, y General de División sin ser militar -para el disgusto de algunos mandos de la Sedena-.
Y como tenía harta lana y no sabía cómo gastarla, pues le dio rienda suelta a sus sueños más nacos y mandó construir en Zihuatanejo una réplica del Partenón griego para sus fines de semana. ¡Hazme el chingado favor, atónito lector mío! El impresentable suponía que cualquier tarde Zeus y Hera le harían una visita de cortesía para conocer su mansión abominable.
Al terminar el sexenio del señor López Portillo, el Negro Durazo fue perseguido, encontrado y encarcelado hasta su muerte en 2000 gracias a Dios. Y mejor ya no le sigo por hay la maldición de que si alguien menciona en una charla o en un escrito a los tres personajes de esta historia (Hank, el Negro y Jolopo), sus espectros dejarán las profundidades del infierno y vendrán a jalarle los pies. Uyy. Por lo pronto yo me voy a aventar un Rosario en la noche, por pura precaución. ¡Vade retro, Negro horrible!. Namasté