Esto que les voy a contar no fue un sueño, la neta que sí me sucedió. Es más, me pueden hacer el anti-doping en este mismo instante y el resultado será cocacola ligth y café en dosis sospechosas, pero nada más. Y que yo recuerde, nunca he tenido trastornos de la personalidad.serios como desdoblamientos o fugas espirituales o sonambulismo. Nada.
Resulta que ayer, vagando y divagando por esas calles del Señor, me topé con una venta de banqueta que un matrimonio de ancianos muy platicadores, tenía instalada afuera de su casa. Ahí me encontré una tetera de latón, no muy antigua, pero muy simpática. Me imagino que los antepasados de los viejitos la habían usado para servir el te de media tarde.
-¿Le gustó señor? llévela por veinte pesos-, me ofreció el caballero platicador y bajando un poco la voz, me sugirió
-Sólo le recomiendo que no la sobe, porque si la soba se le va a aparecer un genio-. ¡No mames! fue lo único que se me ocurrió decirle al señor, pero no se lo dije, sólo lo pensé, porque intento ser educado con las personas mayores que yo, y con las menores también, ¿por qué no?
-Venga, jefe, se la compro con todo y genio-, accedí divertido.
Y ahí voy, mi único y paciente lector, con mi teterita rumbo a la casa pensando en la inutilidad de mi compra;sólo la había sacado de un cuarto de tiliches para llevarla a otro cuarto de tiliches. Pero consummatum est , ni modo. Por supuesto que cuando llegué a la casa lo primero que hice fue frotar el cacharro, sin que nadie me viera, claro, y ¡madres! que se me aparece un genio. Cagadísimo aventé el samovar maldito bien lejos.
-¡Ëpale amigo!, qué modales los tuyos-, se quejó el genio recién llegado. El susto no me permitió correr, o llorar, o gritar, o hablar, nada ; estaba paralizado, y cagado.
-Uff, al fin alguien me saca de esta vasija endemoniada; ya estaba acalambrado de las piernas. ¡Ahh, qué alivio!.
Cuando me recobré un poco y las estrellitas de la sospresa se disiparon de mis ojos, pude ver que el genio se parecía mucho a Benito Juárez, con su levita negra y su pelo engominado. Aún temeroso me acerqué un poco para verlo mejor. "Sí, de plano sí es el Benemérito" (Benito Juárez García fue presidente mexicano en la última parte del siglo XIX, zapoteco puro y de ideas muy liberales para ser indígena).
-Te voy a dispensar tres deseos, muchacho, pero que sea en caliente, porque me tengo me meter a mi ollita de nuevo. ¡En caliente!-, me urgió el presidente. -Pero tienen que ser tres deseos de utilidad nacional, que les sirvan a todos-, acotó. Y ya sin miedo y entrado en confianza le presenté mi lista.
-Okey, Benemérito, primero deseo que cuando vaya a cargar gasolina, ya no me vean la cara de pendejo, robándome en frente de mi nariz y sin poderlo demostrar; segundo, que México gane el Mundial futbol de Brasil 2014 y tercero, que Estados Unidos nos devuelva, cuando menos, a California así como está. ¿Cómo ves, se arma? -, reté al genio liberal. Benito se quedó un momento muy pensativo y se rascaba la cabeza, sin despeinarse, claro. Finalmente me dijo
-Mira muchacho, vamos a hacer lo siguiente: mañana temprano te depositó unos milloncitos en Bananex, te compro una casa preciosa en Lomas y el fin de semana te la lleno de putas y ahí muere. Adiós.
Juró que así sucedió, lector mio, y debes creerme que hoy no he bebido ni fumado nada. Namasté
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