jueves, 15 de mayo de 2014

¿Quién no regaló el petróleo?

Xavier Q Farfán

   Desde principios del siglo pasado, cuando se intensificó su uso, a los mexicanos nos vendieron la idea extravagante de que el petróleo nos iba a sacar de pobres. Y empezamos a explotar ese lago inmenso e inagotable que tenemos bajo los pies hasta que México se colocó en la élite de los productores del hidrocarburo del planeta: Arabia, Rusia, EU, Venezuela. ¡Qué maravilla! Qué rico sentimos los mexicanos cuando vemos las gráficas de la producción petrolera mundial, porque estamos ahí, en los primeros lugares. Y qué rico se siente, también, cuando los demás países te empiezan a buscar y a rogar para que les vendas tantito petróleo, al precio que sea. Definitivamente eso de ser petroleros da celebridad y renombre, pero parece que no quita lo jodido. No, la mayoría de los mexicanos sigue exactamente igual de pobre que antes. A algunos, por supuesto, les ha ido muy bien, estúpidamente bien.
   Pero más allá de la discusión inútil de que si el petroleo quita lo pobre, esta ocasión me gustaría platicarte, mi paciente lector, algunas ideas acerca de cómo es que tenemos tanto petróleo, porque es mucho el petróleo que tenemos, y son muchas las versiones, también, de porqué lo tenemos.
   Por ejemplo, para el poeta zacatecano Ramón López Velarde, fue el mismísimo diablo el que nos hizo el favor de inundarnos con el combustible. En su Suave Patria dejó dicho que.. "El Niño Dios te escrituró un establo, y los veneros de petróleo el diablo". No es una exageración la del bardo, no, pues parecieran obra del maligno todas las calamidades que en torno del petróleo se han presentado: guerras, intrigas, voracidad, mezquindad, genocidios, invasiones, contaminación, etc.
   Otra versión, más terrena, es la que dice que Tata Lázaro nos hizo el milagrito. Así es, el General Lázaro Cárdenas, presidente de México (1936-1940), con aquella memorable decisión de expropiar los bienes y derechos de explotación a las compañías petroleras extranjeras -los ingleses se enojaron tanto que rompieron sus relaciones con nuestro país-, nos regaló el petróleo para nosotros solitos. Bueno, eso fue lo que nos dijeron; ahora sabemos que se los quitó a los fuereños y lo entregó a una camarilla de vividores nativa. Lo que sí se le agradece al General es el Instituto Politécnico Nacional. 
  Hay más conjeturas al respecto, algunas muy descocadas, otras más serias y razonables; yo personalmente que inclino por la que dice que fue Rudecindo Cantarell, sin pretenderlo, quien nos regaló el petróleo. Resulta que Rudecindo, modesto pescador chiapaneco, abordo de su pequeña embarcación Centenario del Carmen se hizo a la mar una mañana cualquiera de 1961 en busca de huachinangos. En esas andaba cuando en las proximidades de la costa campechana divisó un burbujeo negro, aceitoso que llamó su atención: era la chopopotera, conocida ya por otros pescadores de la región. Nuestro amigo nunca olvidó su hallazgo y durante años lo estuvo denunciando ante las autoridades locales y estatales. Claro que nadie lo peló, hasta que finalmente Pemex accedió a enviar una comisión técnica para investigar aquel manantial marino. ¡Santo Dios Fósil! Era petróleo, mucho petróleo, tanto que nos faltaría vida para gastarlo. Y para pronto, el presidente López Portillo nos ilusionó a todos diciendo que el único trabajo que tendríamos los mexicanos en adelante sería administrar la abundancia. Nada más.
   En el sitio donde Rudecindo vio las burbujas de aceite, en la sonda de Campeche, se alzó el segundo complejo petrolero más grande del planeta, solo superado por el Ghawar, en Arabia Saudita, y por muchos años a sido la poderosa locomotora que mueve a México. 
   A nuestro amigo, como agradecimiento, Pemex le pagó una pensión modesta hasta su muerte y le regaló un empleo para su hijo. No creo necesario decirte, estimado lector, que Rudecindo murió pobre, como había nacido. ¡Ah, perdón!, casi lo olvido: el segundo complejo petrolero más grande del mundo se llama Complejo Cantarell, como si donar el apellido sirviera para algo, por Dios.

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